Archivo de la categoría: General

El plan Antoñito IX

Amiguitos, hemos escapado por los pelos.

Hace tiempo, cuando las aguas separaron a la Atlantis y surgió el amanecer de los… perdón, eso era de otro sitio. El caso es que hace tiempo, cuando los miembros del glorioso ejército de la RICPC (ejército al que en un tremendo alarde de originalidad he dado el nombre de Glorioso Ejército de la RICPC) estaban en plena cruzada expansionista, cosechando éxito tras éxito (a pesar del ligerísimo traspies que supuso no poder anexionarnos los territorios del dormitorio de la vecina del quinto, aunque tuvimos en nuestro poder durante un pequeño lapso de tiempo los terrenos en que se encontraba el tanga de encaje que a posteriori no hemos vuelto a ver y que suponemos se haya apropiado su último ligue a modo de trofeo, ya que por mucho que lo hemos intentado no lo hemos localizado incluso fallando el típico método de poner un espejo en la puntera del zapato para intentar ver algo bajo la minifalda),… total, que ya no se por donde iba.

Quería decir yo que aunque los miembros del Glorioso Ejército de la RICPC, a los que también se han dado en llamar Camisas Naranjas (por el glorioso color chillón con que los hemos uniformado, que aquí somos todos hombres de pelo en pecho, eso de camuflarse es de nenazas)… bueno, los llaman Camisas Naranjas o «súbeme dos botellas», por el repelente parecido con los butaneros (nota mental: aniquilar a los butaneros). Como iba diciendo, aunque el Glorioso Ejército de la RICPC estaba cosechando grandes éxitos en eso de la cruzada expansionista y habíamos conquistado con un número de bajas mínimo el hormiguero* situado a la derecha de la charcutería de al lado de casa, algo me decía que teníamos que frenar un poco, porque llamaríamos demasiado la atención y no quería que surgieran enemigos por sitios inconvenientes.

Que no es que les tuviéramos miedo. ¿Eh? Que teniendo en cuenta que las pruebas para entrar a formar parte del Glorioso Ejército de la RICPC incluyen parar un mercancías de 16 vagones que viaja de Sangonera la Verde a Moscú sin hacer escalas, cargado con vigas de acero, en una cuesta abajo con una pendiente del 30% a la altura de un pueblecito de Estonia poblado solamente por un cabrero y sus dos cornudas amantes y utilizando solamente los dientes (o los cuernos, en caso de que sean del aspirante y no las cabras del cabrero, que a esas no se las puede tocar, no por nada sino porque se nos cabrea el hombre), a quién le pueden importar que nos salgan enemigos, ahí nos vinieran todos juntos que acabamos antes. Lo que pasa es… que nos da pereza.

Total, que (iba a decir que consulté al oráculo, pero es mentira, porque oráculo no hay, que eso es para crédulos que se lo tragan todo, yo llamo al 805 de Rappel) un día que estaba yo meditando sentí una perturbación en la fuerza (o tal vez fue un apretón, porque después de tan magna revelación tuve que ir al aseo), que me dijo algo así como: «Antoñito, deja tus ansias conquistadoras para mejores días, pues ha de venir el momento en que grandes enemigos acabarán con todos los expansionistas y ese día habrá llanto y crujir de dientes porque…». Lo demás no se lo que era porque ya estaba yo camino del váter, qué le vamos a hacer, si es que no se puede tener un revelación a cualquier hora. ¿Y si me hubiera coincidido con el horario de Hospital Central? ¿Eh? ¿Qué hago, dejo de verlo?

Total, que hice que mis tropas se replegaran y se acuartelaran mientras el ficus los entretenía en los barracones, en espera de mejores tiempos y la tierra prometida (y nunca mejor dicho).

Y todo esto para decir que la Operación Malaya ha terminado llegando a los territorios cercanos a la RICPC y si no llego a andar fino con los augurios se iba a cagar la perra. Que tampoco es que hubiera pasado nada, porque se conoce que por aquí alrededor tienen para pasarse años investigando, pero vaya, habría sido un coñazo…

* Cualquiera podría pensar que un hormiguero es presa fácil, pero cuando se trata de combatir al enemigo en sus túneles, no veas lo que hay que apretar para que un tío que parece un armario ropero con las puertas abiertas sea capaz de entrar…

Un gran día, Parte 3 (la última, palabrita)

Es una agonía, de eso no quepa la menor duda. Pelear contra la pelusa y el polvo, bayeta en mano y con las manos en la masa (la masa es cuando llevas fregando tres horas con el mismo agua, la cantidad de mierda que se puede recoger convierte el agüilla en una sustancia de aspecto fangoso y olor putrefacto digno de una película de John Carpenter, tirando por lo bajo).

El pellejo como si fueran una pasa, los ojos como si te hubieras pasado dos horas cortando cebollas y las narices más irritadas que si te suenas los mocos con una broca del 12. Esos son los resultados que se sacas en limpio (astutísimo juego de palabras del autor) en el día de la limpieza general. Ay de tí como seas alérgico a algo… si tienes suerte morirás asfixiado en medio de una inacabable agonía de espumarajos en la primera habitación que limpies; lo de morir asfixiado en medio de una inacabable agonía de espumarajos en la última habitación ya no es sólo una cuestión de mala suerte, es que encima quedas como un imbécil. Si te tienes que morir por una tontería, muerete al principio y no trabajes. Coño.

La casa se queda entonces más aséptica que una mesa de operaciones, todo oliendo a pino, limón, jabón de marsella, limón, azahar y mil cosas más (Y digo yo. ¿Por qué no hacen algún producto de limpieza que huela a chorizo? A algunos nos gusta más que el pino.), haciendo un perfecto conjunto de aromas que acompaña bucólicamente a la sensación de frescura que queda en la casa. Tal como un anuncio de ambientadores. Con el añadido del tufillo a la lejía y el amoniaco que a estas horas te han dejado los pulmones que si te da por toser lo mismo se van por ahí a darse una vuelta ellos solos.

Eso sí, se ha quedado la casa que te puedes ver reflejado hasta en las cortinas. Un lujo oiga. Y sí, ya se ha terminado la limpieza. Se acabo la pesadilla.

Qué ingenuo por tu parte pensar eso, nada más lejos de la realidad. Ahora es la fase de paranoia fascistoide, el auténtico sufrimiento que dura varios días. Inmediatamente después de terminar una limpieza, se activan determinados neurotransmisores que modifican el comportamiento de los que limpian volviéndolos extremadamente territoriales, agresivos y amenazantes, como muestra, un botón.

«¡Ni se te ocurra acercarte a ese armario que acabo de fregarlo! ¡Cuidado con dejarme las manos en esa puerta que está recien limpia! ¡Los cristales se cierran cogiendo del marco, como me encuentre una mano vas a volver a fregarlos todos! ¡Mucho cuidado con mearte fuera del váter, que está todo brillante y quiero que siga así! ¡¿Pero esto qué es?! ¡¿Quién ha pasado ya sin limpiarse las suelas?! ¡¡Tú, fuera!! ¡¡Fuera!! ¡¿Y esta huella?! ¡Aaaaargh! ¡¿Quién ha sido?! ¡Que salga! ¡Me cagontoloqueflota! ¡Schprrgrgrgr! ¡Groarg!»

Lo que pasa es que no es cuestión de minar el pasillo o poner alambre de espinos alrededor de las ventanas. ¿No?

Un gran día, Parte 2 (más no, por favor)

Tengamos la vista fija en una cosa, el día de la limpieza a fondo es cuando se hace la limpieza más inútil del año, no quepa la menor duda. Se limpia y se friega todo, absolutamente todo. Se vacían los cajones, se sacan las cosas de los armarios… el caos más absoluto.

Y digo yo. ¿De qué sirve sacar las cosas si luego las metes otra vez? Y peor aún. ¿Si los cajones suelen estar siempre cerrados cómo les puede entrar la roña? Debería suponer que entra con cada cosilla que mete alguien dentro, y eso significa que las cosas entran con roña, lo que no dice mucho sobre la limpieza habitual de la gente que las usa. Eso me lleva a pensar que lo de la limpieza general es una especie de penitencia por ser unos cerdos todo el resto del año (y espero que ninguna madre me lea, o tendré que salir del pais por la ruta más rápida).

Bueno, entrando en materia limpiadora, se empieza fregando las paredes desde el techo hasta el suelo, incluyendo la moldura. Y yo me vuelvo a preguntar de qué sirve fregar una cosa que está pegada al techo, o sea, cómo se las apaña el polvo para llegar ahí y asentarse. ¡Por el amor de Dios, ni siquiera las molduras de la tumba de Tutankamon tenían suficiente polvo para que compensara fregarlos! Pero mejor no lo pienso porque si en lugar de fregotear mi casa tuviera que fregar una pirámide, apaga y vámonos, que eso si que tiene metros y metros de pared. De todas formas lo que me toca las narices de verdad de tener que fregar cosas así es la pared y más concretamente aquello que hizo famoso el Benito: el gotelé.

Maldito invento el del gotelé. Os voy a decir qué es el gotelé: una infernal maraña de repelentes pegotitos de pintura que solo sirven para acumular minúsculas motas de polvo para que te dejes las uñas fregándolas en la limpieza general. Como pille al inventor del gotelé lo corro a hostias.

El caso es que te pones a fregotear y primero caen las paredes (no de forma literal, no seamos brutos al darle a la bayeta), luego cristales (todo lo de Dios si tienes un cacharro de esos que limpia con vapor, de hecho si alguien tiene uno, a la próxima que toque limpieza lo invito a comer) con sus marcos incluidos y las ventanas y todo. Pero vamos a ver, si es que para qué fregar los cristales. Si es que la única posibilidad que existe de que los cristales lleguen a limpios, digamos… si estás limpiando a las 10 de la mañana, que lleguen limpios a la hora de comer, sería exterminando a todas las moscas del planeta, y perdonen los limpiadores por gusto (que conozco que los hay), pero eso no lo hace ni lel Don Limpio ese (ni cuando era Mister Proper), a lo mejor si le dejaran a Charlton Heston…

Pero tú ahí, como un campeón, dale que te dale al trapo. Los armarios es para echarle de comer aparte, es como ir a escalar el Everest en pelotas, una cuestión de valor puro y duro. Tú es que solamente ver todo lo que tienes a veces dentro del armario y se te caen los huevos al suelo (que conste que iba a poner «el alma», pero así queda algo más gráfico y acorde al TPF); limpiarlos es poca cosa, pero lo de sacar todas las cosas y luego volverlas a meter lleva más tiempo que intentar ligar con una topmodel sin drogar; además el jefe de limpieza seguro que quiere que esté todo perfectamente ordenado, lo que le añade ya de por sí cierta gracia, porque si un armario el día de la limpieza es como una lata de sardinas (que caben todas dentro hasta que abres la lata y a partir de ahí es imposible que las sardinas vuelvan a caber) y jugador experto del Tetris hay que ser para poder meterlo todo otra vez, además hay que hacerlo por colores, tallas, temporada y la madre que las parió. Yo por eso sólo de lo que se ve (pantalones, camisetas, etc) tengo unos pocos para disimular, pero de lo demás paso, que ordenar más de un gallumbo y unos calcetines por colores y demás es una pérdida de tiempo…

Y de momento hasta aquí. Sí, lo conseguí, lo he alargado hasta otro día… soy el fuckin’ boss (de los pesaos).

El jalobuin que lo parió, Vol. 2

Pues sí, si alguien tenía la menor duda al respecto de si después de un año entero era capaz de escribir una segunda parte de un post… ¿Todavía queda alguien que piense que no? Nada, nada, sólo os estaba tomando un poco el pelo, el tema es el mismo, pero el nombre está puesto para tocar la moral más que nada.

Entrando en materia. Resulta que anoche volvió a ser Halloween (o como se escriba), y los chavalines pasaban por la calle vestidos de diferentes monstruitos con los que ir gritando eso de «truco o trato» de portalito en portalito. Algunos me acusarían de ser un insocial si hubiera colocado un cartelito que dijera «se disparará a los intrusos», pero tranquilos que no lo puse, sólo lo pensé. En lugar de eso me quedé en el porche de mi casa, sentado en la oscuridad tranquilamente en mi mecedora, que chirriaba a cada movimiento de atrás hacia delante y de delante hacia atrás, con la escopeta de dos cañones superpuestos apoyada en el regazo, y con una buena cantidad de cartuchos metidos en una calabaza recortada a en forma de calavera, esperando a que vinieran a empezar a pedir caramelitos. ¿A que doy miedin? Tranquilos que imposibilidades de intendencia me impedían hacerlo: no tengo porche, ni mecedora, ni escopeta, ni cartuchos, ni calabaza. Pero si los tuviera se iba a cagar la perra…

Se me ocurrió también que podría haberme esperando a los chavalines en el portalito de casa, a que me dijeran «truco o trato» y entonces salir puesto con un delantal de cuero de aquellos de los carniceros de antes, tiznado de ketchup (en vista de que la sangre humana se cotiza demasiado alto y eso, no por otra cosa), y un buen machete de carnicero y gritar «sustoooooooooooo».

O, cosa que también habría tenido su gracia. Estar con todo el buen rollito del mundo, y visto lo que son capaces de hacer algunos con un poco de pan y confitura, aceptar el trato y echarles en el saco de las gominolas una cabeza humana mientras te llevas a la boca un brazo cortado a la altura del codo…

Más jevi aun puede ser que al verlos gritar «truco o trato» simulara un ataque al corazón y cayera frito delante de ellos, pero apuesto a que los muy bastardetes registrarían mi cuerpo buscando los caramelos de las pelotas (como decir que los caramelos de las narices, no es que yo lleve los caramelos incubándolos en los calzoncillos. ¿Eh? Si es que sois mal pensados de verdad…) y al final me desvalijan o algo.

Habrá quien piense «pero que tío, no se preocupa nada de la situación mental de los pobres niños». Cierto, la verdad es que me la trae al pairo, pero si han visto dos telediarios seguro que están ya más que fogueados…

Un gran día, Parte 1 (a capítulos, para variar)

Hay momentos en la vida de una persona que siempre permanecerán en el recuerdo, la primera comunión, la primera macroresaca (de la primera macroborrachera no se acuerda nadie, claro), el día que uno pierde la virginidad, y un largo etcétera de cosas que se recuerdan porque son especiales ya que solo pasan una única vez en la vida. (Los esquizofrénicos tendrán más de esos recuerdos y los amnésicos menos, pero tampoco voy a hacer un post para cada uno, digo yo.)

Luego hay otros días que por mucho que se repitan jamás dejarán de ser especiales ni los olvidarás, que sabes que aunque vivieras 100 años permanecerán indelebles en tu memoria. Tal día como… El día de la limpieza general.

Si vives con tu familia, con tu pareja, o simplemente con compañeros de piso, el día de la limpieza general puede empezar como uno cualquiera: abres un ojo, abres luego el otro, bostezas, te desperezas… y te llega el olor a amoníaco. Horreur. El olor a amoníaco es algo característico, significa que alguien está fregando cosas, y si llega hasta tu habitación es porque está muy cercano. Podrías intentar saltar por la ventana y escapar, pero es que son 13 pisos (buen momento para ponerse supersticioso); por lo que decides salir lo más silenciosamente posible por la puerta y disimular.

Feliz idea. Abres la puerta de la habitación, te descalzas para hacer menos ruido, miras a un lado y otro (que no haya moros en la costa… ni moros, ni madres, ni compis, ni la parienta,…), y avanzas… avanzas hasta darle una patada a la aspiradora que alguien ha dejado en medio y que como buscabas otra cosa no viste. Esto provoca cuatro cosas principalmente: tu lamento a voz en grito, que en todo el barrio la mitad de la gente piensa que te has pillado la churra con la cremallera, que 1452 buscadores del yeti en todo el mundo han creído oir su aullido y que «el jefe de limpieza» te ha calado.

Que el jefe de limpieza te haya visto ya, y que tu tengas en las manos el «kit de limpieza» es un todo. El kit de limpieza lo componen: cubo de agua con amoniaco, bayeta, trapo limpio (blanco y suave, a ser posible), amen de toda una colección de instrumentos de tortu… perdón, limpieza, que no tienes muy claro para que sirven (pero que probablemente descubrirás a lo largo del día). Ah, y una perturbación en la fuerza que dice «anula todo lo que tuvieras en la agenda hoy, que las llevas claras».

¿Horrible? El día acaba de empezar con una escalada de terror que está muy lejos de terminar…