Pensará el respetable: este merluzo nos va a tomar el pelo otra vez. No nos vamos a engañar, probablemente si que sea una tomadura de pelo. Pero bueno, al menos podríais terminar de leerlo antes de decirlo. ¿No?
Bien, como siempre haciendo gala de su función social, el TPF va a cazar (y apalear si hace falta) el mayor mito de la historia (y anatomía, si descartamos la localización exacta de algún punto G) de la humanidad.
¿Por qué los hombres se echan tanto mano al paquete?
Se han hecho muchas especulaciones al respecto, hay cientos de teorías al respecto, incluso alguna que otra idea conspiranoica. Como siempre, intentando servir a la humanidad en la media de lo posible y aprovechando que mi inexistente vida sexual me ha inclinado otra vez a proseguir con mi adicción a esnifar superglue (después uso los pelitos de la nariz como alfileres, así mato dos pájaros de un tiro), vamos a repasar los hechos más conocidos (que no necesariamente ciertos) al respecto y terminaremos dando la respuesta definitiva a tan insigne pregunta. Así que agarraos a la brocha que me llevo la escalera.
Teoría 1. Los hombres se rascan las pelotas para distraer al personal y no nos demos cuenta que los alienígenas de Omicron Persei 8 están invadiendo lentamente el planeta, como hacían en la película aquella de los ultracuerpos y los alienígenas infiltrados son los que se los rascan. Esto es facilísimo de desmontar, porque implicaría que los hombres humanos no se rascan, y sin embargo todos lo hacen, así que o estamos invadidos del todo y los alienígenas son imbéciles (lo que no es descartable) o no hay invasión…
Teoría 2. Los hombres lo hacen para desquiciar a las mujeres. Supongo que habría que descartarlo facilmente, pero no es verdad, a veces lo hacemos solo por tocar los cojones, perdón, los ovarios. Lo de tocar los cojones sería en sentido literal, lo de los ovarios en figurado, aunque algunos si pudieran… bueno, que me lío, que sí, que es por fastidiar. En realidad esto es algo que viene de largo, como parte de una conspiración judeomasónica que se heredó desde los tiempos de los Templarios, porque encontraron una tablilla de arcilla en Tierra Santa donde salía el undécimo mandamiento: crisparás a las mujeres. (Esto si lo digo yo nos reimos todos, si lo dice Dan Brown terminaría yendo a misa…)
Después de tanta tontería, vamos a ponernos al tajo. La auténtica (y según algunas increible) verdad de por qué los hombres se echan mano tanto al paquete. ¿Jura usted decir la verdad, toda la verdad y nada más de la verdad, por las bragas de Mafalda? (Qué triste, llegar a este extremo para hacer un chiste y además un pareado, pero más triste es tener la esperanza de que a alguien le haga gracia.)
Señoras, señoritas (a ellos no creo que les haga falta que se lo explique), las razones son bien sencillas. Comencemos por analizar el objeto de la cuestión (que no el objetivo, que es otra cosa), usease: el plátano y las naranjas (el horario infantil, ya sabéis). Consideremos la morfología de los elementos, tenemos una bolsa «externa» peluda con dos pelotas dentro, juntas, que no revueltas, pero que a pesar de eso gozan de cierta libertad de movimiento, y más o menos por la mitad, justo encima, otra cosa, como un palito blandorro (y blandorro se va a quedar, libidinosos, más que libidinosos). Y si no digo esto ahora, reviento: con los dedos de las manos y los de dos de los pies, la picha y los cojones todos suman 23. Ah, que a gusto.
Hagamos ahora un desglose de las cualidades implicadas en el asunto. Lo primero es que es peludo, y las cosas peludas pican. Sí, podríamos depilarnos, pero eso es una mariconada y ante todo somos muy hombres, así que olvidadlo; si pica, nos rascamos y punto (o sea, manoseo del paquete namberuan).
Pensemos otra vez en el hecho de tener un cacharro externo pero pegado al cuerpo, que tiene cierta facilidad de movimiento. Al no ser una unión rígida (ya que de momento los calzoncillos de hormigón no están demasiado extendidos), «las cosas» se mueven, se rozan, se giran (sí, las mujeres tienen otras cosas, pero jamás podrán imaginar lo que duele una patada en las pelotas o una torsión testicular, ay). Y los pantalones suelen tener costuras precisamente por en medio de donde pilla «el tema», así que se pueden presionar, aplastar, chafar… La posición es muy importante, y ante la posibilidad de que con esos pantalones vaqueros que te hacen el culo tan majo (qué pasa, los hombres tenemos también derecho a marcar el culito), la costura se te meta en la entrepierna, te eschachufle las pelotas y te deje voz de pito… mejor echamos mano al paquete y lo reubicamos adecuadamente (manoseo del paquete nambertú). Las mujeres pasan por un proceso similar cuando se ajustan el sujetador, pero claro, es que no son lo mismo unas tetas que unas pelotas…
Y sí, hay más manoseos variados de la zona paquetal (tal que hasta el namberjandredanafiftin, más o menos), incluyendo cuando entre kinkis, petardos y gente de bajo nivel neuronal se utiliza como sinónimo de «tengo más pelotas que tú» (cuando en realidad, debería ser obvio que tienen dos, como todo el mundo). O cuando se usa para provocar a otros como diciendo «ya puedes hacer como que te caes y…» (cosa que, evidentemente se hace cuando no mira el susodicho, no sea que se de la vuelta y pueda hacer como que te da una manta de palos). Pero como son otros usos no tan habituales o que al menos no deberían serlo (si lo son, el lector debería plantearse en qué ambientes malsanos sobrevive), no hace falta explicarlos, los importantes son los dos en los que me he explayado. ¿O no?
Hala, echad por la sombra, y si tenéis dudas, dejadlas en los comentarios que si me pilla el día magnánimo las contesto y todo.