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Anecdotarium Vitae XI: Kaboooom!! – La tripa de los Nibelungos (4)

Aunque parezca mentira esto toca a su fin…

Día 3.

Me desperté con un dolor diferente en la tripa, tres puntos y un tubo de goma medio enrollado bajo una venda (que me salía de entre los puntos, así que al principio con la desorientación no estaba seguro de si sería un trozo de goma o que se habían olvidado de meterlo todo dentro otra vez, que conociendo cómo está la sanidad pública yo casi me esperaba que me dijeran «perdona, pensábamos ponerte más puntos, pero nos dejamos la aguja dentro»).

Poco tiempo después de despertar vino un médico a decirme que me habían operado de la apendicitis que yo no tenía. En realidad hacía tiempo que el apéndice me había explotado y había pillado una peritonitis bastante seria, la cirujana que me operó dijo que lo más parecido que había visto a mi apéndice en aquella época era una cola del pan en Sarajevo; ellos pensaban quitarme el apéndice pero lo único que hicieron fue despegarlo de donde se había ido pegando y limpiar. Imaginarme a los médicos pasándome la espátula por el triperío no fue nada agradable…

El primer día no fue mucho más interesante, porque además no quisieron darme detalles sobre la operación. Qué gentes.

Día 4.

Muchísimo más interesante que el anterior, descubrí dos cosas importantísimas.

La primera es que aunque no comas necesitas hacer de vientre, que cuando no lo haces te llega a doler la tripa (y van tres dolores diferentes en cuatro días, si en aquellos momentos hubiera pensado en hacer un blog habría dado por hecho que daría para 4 o 5 posts), lo suficiente como para plantearte levantarte de la cama a pesar de que estas seguro que ese hilillo de pacotilla tan fino no podrá mantenerte las chichas en su sitio y va a acabar aquello como una versión garrula de La matanza de Texas, pero le echas lo que hay que echarle y llegas al cuarto de baño y puf… Si le preguntas a una persona sobre qué es lo mejor de la vida, contestarán que la amistad, el amor, la confianza,… tonterías, lo mejor de la vida es poder sentarse en el váter cuando llevas 3 o 4 días sin visitar el cuarto de baño, qué placer, qué tranquilidad, que sosiego…

Otra cosa que descubrí, también importante, es que hay mujeres que te pasan la esponjita y el jabón por las partes pudendas sin necesidad de decirle que la quieres, ni emborracharla, ni drogarla, ni ninguna combinación de las anteriores. (Fíjate tú, además de lo desagradable que será tener que hacer eso en el trabajo, que encima de todo te lo restrieguen en un blog, no se lo que cobrarán esas personas, pero no es suficiente.)

Días 5 a 10.

Sin interés, al menos para vosotros, yo esperaba ansiosamente que viniera la chica morena del pelo rizado a lavarme…

Después de aquello sobreviví a una nada despreciable peritonitis con complicaciones y aprendí mucho acerca de la vida en los hospitales y quienes la pululan (sobre todo la morena del pelo rizado, vaya). En la actualidad no echo de menos mi apéndice y vivo feliz sin él, aunque me consta que perdí una excusa cojonuda para no ir a algunos sitios como es apelar a una apendicitis crónica. «Aaaargh, es que hoy tengo el apéndice peleón.»

¿Alguien apuesta a si habrá 5ª parte? ¿Eh?

Anecdotarium Vitae XI: Kaboooom!! – La tripa de los Nibelungos (3)

Día 2.

El día comenzó de manera parecida al anterior, pero me apiadé un poquito de los santos (que al fin y al cabo no tenían culpa ninguna) y procedí a acordarme de los familiares de los cretinos del día anterior, empezando por los más cercanos y alejándome en la línea sanguínea y lamentándome de que no se hubieran inventado los preservativos antes (si es que tantos problemas de este mundo se hubieran solucionado con la planificación familiar…). En esos momentos mi dominio del arameo ya era magistral.

El alien de mis tripillasAllí estaba yo con los enanitos destrozándome, un sábado por la mañana esperando de un momento a otro que un alien decidiera salirme por el ombligo y bailarme un claqué mientras me ve agonizar. Después de dos días con aquel dolor, puedo decir sin llegar a exagerar que ha habido epidemias con menos uso de medicación que yo en aquellos días. La duda que me corroía (era lo que me faltaba ya, que me corroyera algo además) era si moriría por explosión interna o por sobredósis de gelocatil, aspirina efervescente, y demás cosas del mal comer (o si al final conseguiría una bellísima úlcera, que también me molaba la idea ya para tener la parejita).

En mi inmensísima confianza en el sistema médico (sí, yo antes me fiaba de la gente, palabrita del niño Jesús), aquella tarde a primera hora, después de comprobar durante más de 24h que el dolor no sólo no amainaba sino que cada vez iba a más, decidí volver (en realidad decidieron, porque yo no estaba para otra cosa que decir aaaaargh, aough, ouch, grgrgrgr, arf, ohdiosmío, y voyamataratodoslosmédicosdelmundo, etc), aparte de replantearme aquello de la eutanasia y tal.

Afortunadamente para él. el tercer médico que me vio, además de analizar la manera en que me retorcía de pura agonía, se fijó en la expresión de mi cara. Es la típica cara que le pones al que ha matado con ensañamiento a tu periquito o al que se lleva el último sandwich vegetal; entornas los ojos, aprietas los dientes y parece que masculles «reza lo que sepas, escoria», puro Clint Eastwood. Y como nos vio la cara de no tener ganas de discutir me mandó al hospital (ah, es verdad, no había dicho que aquí no había hospital, sólo un centro de salud cutre salchichero).

Fue cosa de segundos que pusiéramos rumbo al hospital más cercano, y con 100 caballos por banda, tuboscape en popa a todo trapo, no rueda la carretera sino vuela un R11 de 20 años (que luego se diga que no hay cultura por ahí). Fue que nada más pusieran mi trasero sobre un asiento de la sala de urgencias (porque si tenía que ponerlo yo, la cosa no habría ido más allá de caerme dentro de la sala y decir aaaaargh) y pasó por allí una cirujano que cuando me vio el rictus aquel que no solamente decía aaaaargh y me muero, sino que decía aaaaargh y ojalá os pase a todos vosotros, os odio; dijo a voz en grito: «este, a quirófano, ya!!». Durante unos segundos me reconcilié con el mundo de la medicina, de verdad.

De aquí en adelante no voy a dar muchos detalles porque es tontería. Baste decir que a pesar de las aparentes prisas para entrar a quirófano primero me hicieron echar un chorrito en un bote de esos para los análisis; ni qué decir tiene que es bien difícil echar el chorro dentro del bote cuando el pulso tiene la misma estabilidad que un florero en un terremoto de 6 grados en la escala de Richter: creo que al final había más agüita amarilla (olé torero) fuera que dentro del bote. Hubo quien se ofreció a ayudarme, y que conste que ese es un chiste típico de hombres, pero en esos momentos no había ganas de coña (ahora me arrepiento). Y antes de media hora estaba metido en el quirófano, con una señorita muy amable afeitándome la barriguilla y poniéndome la mascarilla otro todo majo que no hacía más que darme conversación. Hola qué tal. Aaaaargh. ¿Cómo te llamas? Aaaaargh. ¿De dónde eres? Aaaaargh, sigo despierto, tío cansao…

P.D.: Aquí sigue sin haber hospital, el centro de salud parece por fuera algo menos cutre salchichero ahora que entonces pero no se si los médicos de dentro serán los mismos, ni pienso comprobarlo. Me he agenciado un vademecum con el eMule y un cuchillo jamonero de los buenos, el día que me duela algo me pongo yo mismo manos a la obra antes que ir ese sitio infernal otra vez.

Anecdotarium Vitae XI: Kaboooom!! – La tripa de los Nibelungos (2)

Día 1, continuación

Se suponía que aquél día yo tenía que entrar a trabajar a las 8 de la mañana, ni qué decir que a las 8 de la mañana yo lo que quería era morirme alegremente (o tal vez no tan alegremente, pero vaya). Yo tendría que haberme llevado al curro a un compañero (porque por entonces todavía había gente que se subía en mi coche sin firmar el testamento), aunque en esos momentos y dado que los siete enanitos parecía que estuvieran utilizando explosivos en mi costado derecho (se ve que los muy cafres habían encontrado una buena mena), a mi compi le podían dar exactamente por el mismo sitio que a mi curro: allá por donde amargan los pepinos.

Hay muchas clases de dolores. A mí en concreto me hacen gracia esos que se te alivian cuando te pones en una postura concreta, normalmente la más estúpida y ridícula, de manera que se hace más soportable el dolor físico a costa de que te hieran en el orgullo los que te ven en esa postura con sus risas (porque se ríen, eso lo sabe todo el mundo aunque lo nieguen). Yo en esos momentos me consolaba pensando que nadie se reiría de mí porque a mí me destrozaban todas las posturas, incluso algunas que yo pensaba que para eso hacía falta ser contorsionista o al menos la prima fea de la niña del Exorcista.

Normalmente la gente en estas situaciones se toma una pastilla y se mete en la cama otra vez. Yo me tomé casi una caja de gelocatiles (en el peor de los casos moría por intoxicación en lugar de… lo que fuera eso) y procedí a pasarme unas pocas horas retorciéndome en medio de una agonía incesante. El paso lógico era ir a urgencias a ver qué me pasaba (al menos que me explicaran por qué motivo se estaba vengando de mí mi intestino), craso error teniendo en cuenta mi historial. Pues allí me planté yo, en urgencias, pidiendo casi a gritos que alguien me diera una inyección letal y acabara mi sufrimiento; pero en lugar de eso me mandaron a un cret… digooo, un médico que me miró de arriba abajo (literalmente, me miró) y me preguntó «¿Dónde te duele?» y yo le señalé la barriguita (que es esa parte de la barriga donde no hay pelo) yo le dije que «aquí, justo en este punto, sobre la cadera a la derecha», y él me respondió «nada, eso es que has tomado algo en mal estado, es una gastroenteritis», a lo que yo repliqué «es que yo creía que un dolorcillo así tan localizado, intenso que te mueres y que va en aumento sería una apendicitis», y me dijo «nada, seguro que es una gastroenteritis», «¿Pero puede mirarme algo más para asegurarse?».

Entonces el fulano me dice que me tumbe en la camilla (porque todo esto había sido de pie), me levante la camiseta y el tío me empieza a manosear la tripa (yo creo que se puso), para un lado, para otro, que si tal que si cual. Cuando llega al sitio en el que yo presuponía que mi apéndice estaría en pleno proceso de ser dinamitado por completo por los malditos siete enanitos, el tío apretó y noté un alivio tremendo. Me pregunta «¿te duele?» y yo le respondo que «ahora menos», después lo suelta de golpe mientras me vuelve a preguntar «¿te duele?» a lo que yo respondo «mecagoentotuputamadre» mientras veo estrellas, planetas, galaxias, nebulosas y todo lo que se puede ver. «Lo que yo decía, una gastroenteritis. Te tomas un antibiótico y un antiinflamatorio y yastá, en un par de días como nuevo.» Yo flipando, mi acompañante flipando, y hasta un bacilococo que pasaba por allí en un algodón lo flipó pensando en cómo teniendo los síntomas de la apendicitis de libro de texto yo podría tener apendicitis… menos mal que el creti… digooo, ese médico tan amable me había sacado de dudas, ya me sentía más tranquilo.

Así que me volví a casa mientras el cretin… digooo, el médico se quedaba con el antibiótico y el antiinflamatorio que no me dio para que me tomara, pero con mi dolor intacto que era lo que a mí me importaba. Evidentemente el resto de aquel día fue un derroche de mis conocimientos de onomásticas, vamos que me cagué tranquilamente en la mitad del santoral y todavía me sobraron ganas. Aquella misma tarde volví, me tocó otro cretino (es que ya no estoy seguro de que fuera médico, a cualquiera le dan ya el título, oiga) y ese ni apretar… «nada, nada, tiene toda la pinta de ser una gastroenteritis», y cuando mi amadísima progenitora dijo «verá, es que yo tuve apendicitis y me empezó igual» respondió: «¿Aquí quién es el médico, usted o yo?». Apretar no, pero sobrarseeeeeee… y más. «Si sigue con los dolores dentro de 48h vuelve que le hagamos algún análisis por si hay infección.»

Y allá que vuelvo a mi casa, haciendo memoria sobre el resto del santoral y descubriendo que el arameo es fácil, que cualquiera puede jurar y perjurar en arameo. Pero yo era feliz, porque no tenía la apendicitis que me estaba destrozando…

Efectivamente, un dolor de tripa puede dar para un montón de entradas del blog, próximamente, día 2. ¿Cómo? ¿Que cuántos son? Hombre, lo podría decir, pero así con la incógnita queda como misterioso (y tocapelotas), no?

Frase del día: «I was breaking the rule, acting like a fool, getting close to you.»

Anecdotarium Vitae XI: Kaboooom!! (Parte 1)

Hace mucho mucho tiempo, en un pueblecito muy muy lejano…

Chanchachachaaaaaaacháaaaaaan, chachachachaaaaaachán, chachachachaaaaaachán, chachachachaaaaaaaaa…

Día 1.

Nuestra odisea empezó tal día como un viernes de agosto, o más bien se dio por comenzada en esa fecha, porque desde la noche anterior la cosa se estaba poniendo fea. Decir que no había podido dormir porque me dolía la tripa es casi un chiste; de hecho, llamar a aquello «dolor de tripa» es un eufemismo, lo más acertado sería llamarlo agónico e incesante dolor infernal similar al efecto de que los siete enanitos se hubieran equivocado con la mina y hubieran decidido empezar una galería nueva en tus intestinos. Como supongo que a la inmensa mayoría de mis lectores jamás les han abierto una galería minera en el abdomen, lo dejaremos en que me dolía la tripa muy mucho.

Y yastá.

¿Cómo, que es muy corto y no tiene sentido? Ya, pero es que me he cansado de escribir aquí, otro día sigo… Puede parecer una tomadura de pelo, pero es que lo es.

Frase del día: «¿No me ayudarías? ¿Puedes ayudarme? Necesito leer entre líneas.»

El macrobotellón de las gónadas

Un correo que ha ido rulando por ahí últimamente.

EN MURCIA.Se convoca a todos los murcian@s y a los que quieran, a reunirnos con fecha de jueves 17 de marzo, en plaza de la universidad de la Merced, para demostrar a los de Albacete y Sevilla que podemos ser más que ellos, y sobre todo; reivindicar que habiliten un sitio para poder hacer botelleos y basta ya de leyes absurdas, como no vender alcohol después de las 22:00h, que lo único que hace es perjudicar a pequeños comercios. ANIMAROS MURCIANOS, NOSOTROS NO VAMOS A SER MENOS!!!
Lugar: Plaza universidad de la Merced Día: 17 de Marzo ENVÍALO A CUANTA MÁS GENTE MEJOR!!!!

Esto va a levantar ampollas, lo sé, pero mira que es lo que me apetecía escribir hoy. Ah, ya de paso he decidido escribirlo de manera que he modificado un poco las palabras malsonantes de la versión original (porque ya se sabe que TPF es un blog así en plan familiar, hostias).

Veamos.

Estimado cenutrio.

Me importa un cojón de vaca (sí, acertaste, las vacas no tienen cojones, así te haces una idea de lo que me importa) la cantidad de gente que se reuna en Albacete y/o Sevilla a hacer un botelleo. También me importa un pimiento (morrón) vuestro bolsillo y vuestra (posible) cirrosis, así como la posible rivalidad en cuanto a número de comas etílicos acumulables en una sola noche que seáis capaces de acaparar para comparar con la de nuestros vecinos Albaceteños o los de más allá.

Me parece muy bien que unos cuantos colegas se junten a tomarse unos copazos cuando les salga del nardo, aunque personalmente yo no pinto nada en un botellón por causas ajenas a la empresa. En realidad incluso si echo cuentas a mí un botellón me sale más caro que ir a un garito cualquiera, triste pero cierto. Pero no era eso de lo que yo quería rajar hoy.

De lo que quiero rajar, estimado besugo, es de lo estúpido que resulta que parezca que una generación casi en bloque esté más inclinada a movilizarse por el hecho de tener un sitio donde ponerse como cubas (sí, también, estoy generalizando bastante, pero tengo entendido que el índice de borracheras y comas etílicos es mucho mayor desde que se impuso el tema este de los botellones, diversión garantizada), que por cosas como la pérdida de calidad de la enseñanza, el precio de la vivienda y la mierda de contratos que se han ido imponiendo con el tiempo.

Sí, desde luego me parece cojonudo que haya quien se taje tanto como le dé la gana (por mí como si le pegan al aguarrás al 50% con lejía) y cuándo dé la gana (mientras no se mee nadie en mi puerta, que para eso tenía el rifle de aire comprimido y los perdigones de huevo y sal, que eso sí que es divertido y lo demás son tonterías), pero me parece de una ridiculez supina (porque me han dicho hace un rato que «panda de subnormales» era algo fuerte, vaya, que si no es lo que hubiera dicho) que habiendo cosas realmente importantes como el tema de la vivienda (supongo que muchos no tendrán la menor intención de irse de casa de sus padres, claro, pero tarde o temprano a todos nos darán una patada en el culo), la caída de calidad de la enseñanza (en barrena y sin aerofrenos), la facilidad con que a uno lo pueden poner en la puta calle con los contratos actuales (y la mierdecilla que pagan muchas veces como no seas el tío más pro del planeta), me soba soberanamente la bolsa escrotal (por no decir que me toca muy mucho los cojones) que se hagan llamamientos masivos a ver cuántos somos capaces de reunirnos en plan manifiesta (de manifestación y fiesta, no es una errata) para pedir un sitio donde poder tajarnos a gusto…

Como comprenderás, estimado mequetrefe, después de leer ese correo he llorado dos veces: la primera de risa, porque me la da pensar que se reuna más gente por un motivo así que para pedir por los derechos realmente importantes, la segunda en realidad he llorado de pena por el mismo motivo. Sí, no hay quien me entienda. Si estos llamamientos tienen realmente efecto, realmente voy a pensar que hay una generación (o dos) que no vale ni la tierra en la que la van a enterrar (a este paso, de enfermedades del hígado); así que el día menos pensado, de recibir un mensaje así, lo mismo me planteo acercarme a un botellón con una botella de butano a la espalda y me inmolo en medio de to el fregao, así yo también pasaré a competir con Peter Kürten, Ed Gein o Charles Manson (que no Bronson)…

Así que, por favor, de aquí en adelante no me hagáis partícipe de estas ideas de bombero y al menos viviré felizmente ignorante de que mucha gente de la generación que me sigue (por tiempo, no por ideología) se preocupa más de la borrachera de la semana que de tener una vida medianamente digna.

Atentamente, alguien a quien le toca las gónadas (otra vez porque esto es un blog familiar y no queda bien decir que me toca las pelotas) esta clase de gilipolleces.