Aunque parezca mentira esto toca a su fin…
Día 3.
Me desperté con un dolor diferente en la tripa, tres puntos y un tubo de goma medio enrollado bajo una venda (que me salía de entre los puntos, así que al principio con la desorientación no estaba seguro de si sería un trozo de goma o que se habían olvidado de meterlo todo dentro otra vez, que conociendo cómo está la sanidad pública yo casi me esperaba que me dijeran «perdona, pensábamos ponerte más puntos, pero nos dejamos la aguja dentro»).
Poco tiempo después de despertar vino un médico a decirme que me habían operado de la apendicitis que yo no tenía. En realidad hacía tiempo que el apéndice me había explotado y había pillado una peritonitis bastante seria, la cirujana que me operó dijo que lo más parecido que había visto a mi apéndice en aquella época era una cola del pan en Sarajevo; ellos pensaban quitarme el apéndice pero lo único que hicieron fue despegarlo de donde se había ido pegando y limpiar. Imaginarme a los médicos pasándome la espátula por el triperío no fue nada agradable…
El primer día no fue mucho más interesante, porque además no quisieron darme detalles sobre la operación. Qué gentes.
Día 4.
Muchísimo más interesante que el anterior, descubrí dos cosas importantísimas.
La primera es que aunque no comas necesitas hacer de vientre, que cuando no lo haces te llega a doler la tripa (y van tres dolores diferentes en cuatro días, si en aquellos momentos hubiera pensado en hacer un blog habría dado por hecho que daría para 4 o 5 posts), lo suficiente como para plantearte levantarte de la cama a pesar de que estas seguro que ese hilillo de pacotilla tan fino no podrá mantenerte las chichas en su sitio y va a acabar aquello como una versión garrula de La matanza de Texas, pero le echas lo que hay que echarle y llegas al cuarto de baño y puf… Si le preguntas a una persona sobre qué es lo mejor de la vida, contestarán que la amistad, el amor, la confianza,… tonterías, lo mejor de la vida es poder sentarse en el váter cuando llevas 3 o 4 días sin visitar el cuarto de baño, qué placer, qué tranquilidad, que sosiego…
Otra cosa que descubrí, también importante, es que hay mujeres que te pasan la esponjita y el jabón por las partes pudendas sin necesidad de decirle que la quieres, ni emborracharla, ni drogarla, ni ninguna combinación de las anteriores. (Fíjate tú, además de lo desagradable que será tener que hacer eso en el trabajo, que encima de todo te lo restrieguen en un blog, no se lo que cobrarán esas personas, pero no es suficiente.)
Días 5 a 10.
Sin interés, al menos para vosotros, yo esperaba ansiosamente que viniera la chica morena del pelo rizado a lavarme…
Después de aquello sobreviví a una nada despreciable peritonitis con complicaciones y aprendí mucho acerca de la vida en los hospitales y quienes la pululan (sobre todo la morena del pelo rizado, vaya). En la actualidad no echo de menos mi apéndice y vivo feliz sin él, aunque me consta que perdí una excusa cojonuda para no ir a algunos sitios como es apelar a una apendicitis crónica. «Aaaargh, es que hoy tengo el apéndice peleón.»
¿Alguien apuesta a si habrá 5ª parte? ¿Eh?