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Encuentros en la tercera calle (a la derecha) – La antiguía, parte 1

Cuando uno lleva ya cierto tiempo enganchado a internet (y no me refiero enganchado de adicción, que también puede ser, pero me refiero a «con conexión»), ha visto cosas que vosotros nunca creeríais, ha visto naves en llamas más allá de Orión… No, no era eso, a ver si me centro. En internet hay muchas cosas que ver, como decía, pero probablemente lo más interesante (además de las chicas ligeras de ropa, a las que no hay que subestimar) sea conocer gente (y si puede ser a las chicas ligeras de ropa, mejor).

A través de chats, a través del msn, de los blogs,… Tarde o temprano conoces a alguien que tiene pinta de ser interesante (y no me refiero necesariamente a que use tangas de encaje, que conste, aunque ayuda), y vaya, un día se te pasa por la cabeza que si no fuera por los chomil kilómetros (iba a poner chochomil, pero quedaba algo feo) seguramente ya lo conocerías «cara a cara». Y porque no tienes un duro, que si no ya habría ocurrido.

El caso es que un día surje la conversación y zas, alguien dice «deberíamos quedar talicual». Se enciende la neurona y piensas que no es mala idea, es una persona majísima, simpática, has visto una foto de cuando todavía no había cumplido los 23 (hecha el día que firmaron la Constitución) y no tiene la cara clásica del tipo de persona del que luego dicen sus vecinos en la tele «pero si era una persona educadísima y muy colaboradora con la comunidad, ninguno sospechamos nunca que escondiera 53 cadáveres en el armario de la cocina». Así que ni corto ni perezoso empiezas a darle vueltas a la idea, que si será factible, que si tendrás tiempo, pasta (porque las ganas se presuponen).

Aparecen las primeras dudas. ¿Será como dice? ¿La foto que vi será suya de verdad? ¿Qué opinión tendrá de mí en realidad? Eso suele ser capital la primera vez que quedas con alguien, dudas, solo dudas. Señor, hazme una señal, mándame al espíritu santo para que me diga lo que hacer y si lleva un cheque de unos pocos cientos de euros mejor que mejor. Para ser sinceros, algunas veces las preguntas son más sencillas. ¿Usará tangas de encaje? Como véis amiguitos, la vida a veces se resume a dudas realmente trascendentales, de fácil resolución y dolorosa respuesta (la resolución es tirar del pantalón, la respuesta es un hostión de padre y muy señor mío).

Sobre todo si eres novatillo en el asunto y más si eres jovenzuelo (y chica), la cosa no está nada clara hasta el final, como dicen por ahí «la experiencia es algo que no tienes cuando te hace falta». No nos engañemos, quedar con alguien a quien en realidad no conoces, a quien nunca has visto y de quien sabes sólo las cosas que esa misma persona te ha contado es algo que da cierto canguelo. ¿Y si te ha mentido qué? Amiguetes, mi leyenda es tal que si yo confirmara por aquí que en realidad soy un camionero gordo, en calzoncillos de pata y con una camiseta de tirantes manchada de cerveza y panchitos, nadie la creería; sin embargo tengo que admitir que es la imagen que tengo que ocultar para poder conocer a mis fans. Entonaré un mea culpa y me fustigaré 100 veces para resarcirme de mis mentiras.

Así que cuando finalmente te decides por hacerlo empiezas a comerle la oreja a un amigo (no demasiado literalmente, y es algo de lo que terminas prescindiendo cuando ya tienes experiencia o mucha confianza, más que nada porque si al final resulta que tu «contacto» usa tanga de encaje no quieres competencia), y la elección del amigo no es casual: o es un armario ropero de 2×2 en cuyo caso puede defenderte si Viciosilla69 termina resultando ser Manolo32 (y no son los años…), o alguien que corra menos que tú por si Griega17 es en realidad Sodomita83. La cuestión es darse ánimos, total, no puede ser tan horrible. ¿O sí? Los preparativos continúan con los horarios de viaje y de hotel (hostal y pensión para la mayoría de las economías, que en ciertas ocasiones dan por sí solos como para escribir un libro, fijo que alguien sabe de lo que hablo), algún restaurante o bareto donde tomarse algo (quién sabe, a lo mejor resulta que es quien dice ser), y toda una retahíla de datos absurdos e inútiles como los teléfonos de emergencia, las localizaciones de los cajeros compatibles con tu tarjeta de crédito, etc, etc.

Así que coger y metes en un macuto (las mujeres 3, creo) todo lo necesario: el neceser (si es necesario, un hombre de pelo en pecho siempre está presentable y no lo necesita, claro), un ladrillo (el spray antiviolaciones es ilegal, pero un ladrillazo quita hasta las penas), algo de pasta, la tarjeta de crédito, la lista de teléfonos y los datos del contacto del sujeto de estudio, y te enfilas al bus.

Bueno, también puede ser que por cualquier cosa se decida no ir, que mira, puede ser lo mejor, porque yo todavía me acuerdo de esa chica que se había enamorado de un contacto de messenger y resultó ser un cruce entre un comunista de pro y tarzán (comunista por la barba tremenda, tarzán por el aseo).

Más en el próximo episodio (por que lo habrá).

Editado: buena parte de la existencia de esta entrada la tiene la Mosqueperra (¿Que no saliera ninguna en la serie no significa que no existieran, no?), aunque advierto que no es el único motivo, existe otro mucho más oscuro y desconocido para el público y que conocerá cuando sea justo y necesario (como en el Credo). Se me olvidó aclarar esto al escribirlo, sorry Mosky. :(

¿Por qué TPF?

Ante todo, prometo por las bragas de Mafalda, de verdad de la buena, que las entradas no-coñeras se reducirán al mínimo imprescindible (o sea, solo cuando me salga de las narices) en cuanto acabe los exámenes, pero ahora mismo no estoy de humor. Me quedan dos neuronas después de los estragos que están causando los apuntes y las muy desgraciadas no se hablan, así que tampoco me puedo permitir siquiera intentar hacer algún chiste más de la cuenta, con suerte alguien hablando conmigo se ha podido llevar el último (señoraaaaa, que me los quitan de las manooooos, uno me quedaaaaa, unoooooo, vamos guapa que los tengo a buen precioooo).

Puede ser, y digo puede, que las zorr… digooo, las musas no me hayan abandonado todavía, sólo me están siendo infieles y se lo montan entre ellas; porque ideas tengo a montones pero no me termina de coagular ninguna, así que aprovechando que he visto que pueda existir la duda y que tengo el día de un ñoño supino, me voy a marcar uno de esos posts que o dejan a la gente pensando «qué tío más de puta madre» o «es gilipollas y en su casa se lo dicen», voy a explicar por qué escribo TPF.

Sí, señores, porque yo tengo claro por qué escribo TPF. Básicamente se trata de un ejemplo clásico de megalomanía, un ego demasiado crecido y que como el dinero con el dinero, el ego atrae el ego. Con eso no quiero decir que vosotros mis lectores seáis unos egomaníacos como yo (al menos no todos), sino que yo cuando veo que desde que TPF es TPF he tenido más de 40000 visitas y que crece a un ritmo de aproximadamente 130 diarias me pega un subidón de ego que no se pué aguantá; y necesito más, más, es como una droga. Si es que lo peor que se le puede hacer a alguien que hace un chiste es reírselo, porque termina creyéndoselo, y ahí estoy yo, que ya me he creído que soy gracioso y todo. Eso aparte de ser el fuckin’ boss, que tanto lo he dicho que ya me lo creo de verdad y voy por ahí como si el mundo fuera mío, pero es otra historia que contaré cuando alguien me salte los dientes por chulomielda (cosa que por cierto pospondré todo lo posible, ya que además con un estímulo así soy capaz de alcanzar velocidades nunca vistas).

El caso, amiguitos, es que yo no escribo para mí. Si fuera para mí directamente lo dejaría guardadito en el disco duro de mi ordenador, que es lo que hago con las cosas que escribo para mí; pero no, esto está aquí para que lo leáis, y ya puestos para que me doréis la píldora (Sí, qué pasa, soy un chulo prepotente, pero al menos soy sincero. ¿No?) si os ha gustado aportando comentarios (si no os gusta, pues a otra cosa mariposa). O sea, que todo esto es por vosotros (cada vez me suena más a discurso de candidato en campaña), nenes y nenas, y el objetivo es que paséis cinco minutillos divertidos. Como ya expliqué en otra ocasión, esto se convirtió en un blog por culpa de gente como vosotros que llegó pensando que era un blog, y sigue existiendo porque habéis quienes me reís la gracia, así que nada tíos y tías (si es que al final hasta yo me he vuelto un merluzo de lo políticamente correcto), encantado de que os guste alguna cosilla que escribo y gracias por subirme el ego periódicamente a niveles estratosféricos.

Iba a hacer un chiste sobre que a falta de sexo buenas son palmaditas en la espalda, pero tengo el día demasiado ñoño, así que voy a coger un pañuelo y recogerme el moquillo que me pende desde la nariz hace rato ya, la emoción, ya se sabe…

Hoy no hay entrada

No voy a malgastar frases ni palabras para este monstruo. Los insultos, todos, se quedarían pequeños. Solo espero que la luz del sol no la vea jamás. Que cada día de su vida, recuerde como le arrebató la vida y no pueda dormir. Que no salga de esa cárcel donde debe estar. Por celos. Por creerse justo juez de la existencia. Como tantos otros, como otros tantos que van destrozando lo que tocan. A golpes. Como animales. Como lo que son. Monstruos de esta sociedad.

Mi entrada de hoy queda pospuesta, en su lugar enlazo precisamente la entrada de hoy de Alba, de la que he extraido el párrafo inicial.

Hay cosas que merecen que los chistes malos pasen turno.

Y cuando parecía que no…

Llevo ya varios días buscando la manera de escribir algo o de al menos encontrar la manera de encontrar un momento largo en que poder ponerme a escribir, pero desgraciadamene mi increible vida sexual me lo ha impedido. Sí, acerté, increible es porque nadie se la cree y no por otra cosa. Correcto, era mentira, pero de ilusión también se vive. ¿No? Además, anda que no chanaría poder decir: «uf, no puedo escribir porque estoy echando un kiki, no, mañana también tengo el día completo». En fin…

Volviendo al tema en sí, si ha habido una frase que se ha repetido en mi cabeza sobre el hecho de querer escribir y no poder ha sido: las musas son unas malditas zorras. Pero como esto es un blog así en plan familiar no puedo ir poniendo palabras como zorras, malnacidas, desagradecidas de mierda y tal, que hay que guardar las formas. Está claro que me habían abandonado, pero como estoy tan gandul últimamente (sí, el tiempo es relativo y últimamente pueden ser perfectamente los últimos 26 años y pico) paso de ir a buscarlas. Me limitaré a insultarlas por lo bajo y quejarme amargamente del poco aprecio que me tienen.

Total, que a falta de otra cosa me he puesto a hacer zapping con la tele. Bueno, lo primero es que he comprobado que no han cambiado mucho las televisiones desde la última vez que usé una, ahora tienen menos botoncitos en la caja y va todo en el mando. Qué invento eso del mando a distancia oye, yo todavía recuerdo cuando para cambiar de canal había que lanzar un peluche o a un hermano contra la pantalla, pero los japoneses son la bomba; como es más compacto se acierta mucho más fácil y no hace falta tener una puntería de la leche para cambiar el canal, eso sí, como es más rígido hay que tener algo de cuidado porque puedes cargarte la pantalla de un piñazo. Lo que no entiendo es para qué llevan pilas.

Pues eso, he encendido la tele y he cambiado una vez de canal (teníamos dos mandos, pero se ve que la falta de práctica me ha dejado un poco falto de puntería, y el primero en vez de cambiar de canal ha hecho que tengamos que cambiar un jarrón, pero no pasa nada porque no me gustaba), porque en uno estaba poniendo anuncios y ya tengo un montón de entradas sobre anuncios, así que…

¿Y qué me encuentro? ¡Una telenovela! ¿Que qué es una telenovela? Pues una telenovela viene a ser un serial dramático donde todos los personajes están emparentados entre ellos a veces en uno o más grados (si creíais que alguien no podía ser hermano de su hijo, estábais equivocados, la palabra endogamia no existe en el diccionario de los guionistas), donde todos los personajes femeninos están de toma pan y moja (normalmente se queda así como resultón decir que una madre parece la hermana de la hija, pero aparte de que aquí es que podría ser cierto parece que a las actrices las cogen de la misma edad, si es por acentuar la incestidumbre del argumento o para captar audiencia masculina no lo se, pero conmigo funciona), y los personajes masculinos son todos unos seres odiosos que van de guaperas (y seguro que cuando salen de rodar en el plató les están esperando docenas de macarras para pegarles las palizas que se merecen…) y donde hay más conspiraciones que Expediente X y más puñaladas traperas que un congreso de los diputados.

En general se tardan entre 1000 y 1500 capítulos saber que el prota y la prota principales se casan (aunque en realidad hace 800 capítulos que se sospechaba que eran gemelos monocigóticos y los usaron para hacer experimentos para criar vacas más gordas en la hacienda del padre de ella, porque tienen padres diferentes, es dificil de entender, pero por eso son tantos capítulos), que la madre del padre él en realidad es el padre de ella después de una operación de cambio de sexo y que la abuela en realidad no se fue a vivir a la Laponia, sino que murió aplastada por un piano de cola que se soltó de la grua durante una mudanza y los criados la enterraron al lado del arce del jardín y falsificaron una carta de despedida. Pero si hay algo que es curioso de las telenovelas es la infinidad de subtramas que tienen (es que 1500 capítulos dan para mucho); que si Carlos Luís William Alphonse es en realidad un hijo perdido, que si el criado que juró venganza cuando lo echaron por intentar tirarse al Carlos Luís William Alphonse es en realidad un agente de la CIA encubierto y se monta el cirio pascual, que si la Tía Emiliana María de los Ángeles Torcidos es la cabeza de playa de una invasión extraterrestre de Omicrón Persei 8, puf, hay tanto que contar que no sabría por donde seguir, en serio, es para verlo.

De todas formas no es oro todo lo que reluce, y ya no están las cosas como antes, ande se pongan Abigail o Cristal… Eso sí eran telenovelas y no los gavilanes esos…

Frase del día: «Tan cerca no importa cuán lejos.»

Las cinco manías de la muette (drow)

Cuando yo daba ya por hecho que podría escapar eternamente de los memes esos (por cierto, si alguien lo sabe que me explique qué significa meme), viene la Mosqueperra y me mete en uno (ni que decir tiene que mi venganza será terrible, y la ira de los cielos caerá sobre su cabeza ya que esto la ha hecho merecedora de la mayor de las infamias y bla bla bla), así que para que no se note que soy el maldito insocial que soy, contestaré sin que sirva de precedente.

  • Cuando aparco el coche y me voy, siempre tengo que volver para asegurarme que todo está bien: que he apagado la radio, que lo he cerrado, etc. No falla.
  • Siempre llevo 2D10 (dos dados de diez caras, para los profanos) en el bolsillo.
  • Si veo una película lo que se dice buena, tengo que compensarlo viendo algún bodrio de serie Z para compensar, porque no está bien acostumbrarse demasiado a lo bueno.
  • Nunca puedo estar haciendo una única cosa a la vez, y el caso más leve es estar estudiando y escuchando música. Si me pongo a ver la tele (que ya es cosa extraordinaria), por ejemplo, raro es que no esté leyendo. Eso también implica que siempre tengo varias cosas a medias en un momento dado.
  • A menos que haya alguien más en el sitio donde esté y con quien pueda tener que comunicarme (o sea, que hablemos, vaya), siempre tengo música puesta. El estilo depende de mi estado de ánimo.

Hala, creo que con esto cumplo mi parte y ahora toca putea… perdón, ahora toca emboscar consecuentemente a otros, que podrían ser Alba, Kamala, Girlonaleash, Su (porque además a Susana ya la pringaron con esto hace tiempo, así que no quedará duda de cuál de ellas es), y Flashy.