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Nos vamos de boda, capítulo 3

¿Qué es lo primero que se viene a la cabeza cuando a uno lo invitan a la boda? Aparte de cagarte en todo y poner la cara más hipócrita de tu vida mientras sonríes al desgraciado que te está invitando… Pues lo primero suele ser el regalo.

Antiguamente la gente se casaba jovencita, con cuatro duros en la cuenta corriente y sin tener absolutamente nada; ahora los tiempos han cambiado y la gente tiene de todo. Que si la tele, que si el lavavajillas, que si el dormitorio, que si una hipoteca a 80 años… Antes solamente y si tenían las ideas claras te ponían una lista de bodas, pero siempre podías saltártela (o hacerte el sueco) y terminar comprando esa figurita de barro del mercadillo de tu pueblo (que tú dices que es de arcilla del Kilimanjaro, y que salen por un pico porque las traen de contrabando los monjes Shaolin de los Patojos) que es monísima y . Si no, siempre te podías amparar en que lo mejor son los regalos prácticos y comprarles esa cutrísima tostadora de color caquita, que vale cuatro duros y al fin y al cabo es algo que les va a hacer falta (y está claro que seguro que les hace más ilusión tomarse unas tostadas calentitas que ponerse a hacer la colada, así que entre la tostadora y la lavadora, lo que más ilu les va a hacer a los novios es la tostadora, y a tu bolsillo también). Lo principal es quedar bien, con los novios y con la economía, pero la competencia es dura. Uno puede saber cuánto se ha gastado alguien en el regalo de la lista de bodas según la velocidad con la que haya ido a comprarlo, el primer día desaparecen todos los regalos asequibles: el primer día van los que buscan la tostadora, el segundo ya solo quedan cosas como el televisor y si tardas más de una semana acabas encontrándote que solo queda el coche…

Pero no, ahora lo tienen todo, y entonces lo que dan es un número de cuenta bancaria para que vayas y hagas el ingreso. Eso tiene una pequeña ventaja sobre lo de la lista de bodas: que no tienes que ir a buscar nada. Pero a cambio de ello ya no puedes escaquearte y regalarles una miseria, porque no faltará el novio que saque un extracto de la cuenta corriente y descubra que Fulanito solo les regaló 20 eurillos de mierda, con el consiguiente tachado de la lista de amigos y de la de invitados de la futura comunión del futuro churumbel (y oye, el caso es que es algo a tener en cuenta, que no hay mal que por bien no venga, pierdes un amigo pero te reconcilias con tu cuenta corriente).

Es de agradecer, no obstante, que se vaya perdiendo la costumbre en la celebración de pasar «vendiendo» los trozos de la corbata del novio o de la liga de la novia (cuando alguno lo que querría es lo que va debajo…), en que vuelves a apoquinar tontamente un montón de pasta por un cacho de tela que no sirve para nada y que evidentemente no quieres. Y no intentes decir que no se preocupen, que corbata ya tienes tú la tuya y la liga no sabrías dónde ponertela, porque además quedas como un capullo (y rácano).

Lo único que se me ocurre porque todavía haya bodas, llegados a este punto, es que el departamento de Novias de El corte inglés tiene unos asesores de publicidad que son la bomba, porque si pusiéramos en un lado las ventajas y en otro las desventajas de casarse, en el momento que alguien dijera «oye, que me caso» lo correríamos a patadas y aquí paz y mañana gloria.

Cualquiera podria pensar que lo mas importante antes de ir a la boda es encontrar un regalo adecuado y la pasta que te vas a dejar en él. Nada mas lejos de la realidad, lo importante es encontrar el bar adecuado en el que pasar la ceremonia. Porque la cosa está clara, si hay que ir de comilona se va, pero otra cosa muy distinta es tener que meterse al juzgado (o peor, a una Iglesia, con el sarpullido que da el agua bendita) a tragarse toda la parrafada, los votos y demás. A ese respecto hay dos clases de personas: las que entran y lloran (no de emoción, sino de pena por alguno de los dos novios), y los que se van al bar.

Lo del bar es una decisión mayormente estratégica. Si sólo hay uno entonces no hay tu tía, hay que acabar en ese, pero si hay más de uno hay que tener en cuenta varios factores, aunque la importancia de cada uno es relativa y está sujeta a consideraciones especiales por cada asistente. Entre los más importantes tenemos el precio del tercio de cerveza (si es que no se puede ir al bar y no pedirse nada, hombre, que estamos de boda y hay que celebrarlo), la posición de las ventanas en caso de que puedan estar orientadas a la puerta de la iglesia o el juzgado (más que nada para tener controlado cuando salen los novios, porque entrar no se entra, pero hay que estar al pie del cañon cuando salgan, más que nada por quedar bien), y por otro lado el escote de las camareras (que ya que está comprobado que en las bodas ya no se liga lo de antaño, si es que antaño se ligaba algo, con alguna cosa habrá que alegrarse el día). Una vez se tomen en consideración todas estas variables, podremos elegir adecuadamente el bar en cuestión…

Frase del día:
«La muerte puede estar a unos pocos segundos, vive ahora como si no hubiera un mañana.»

Feliz Navidad (o no)

No soy yo muy dado a celebraciones, pero ya que es lo que se suele decir aunque sólo sea por educación, le deseo a todos los lectores de buena fe (o sea todos, porque para leer esto a mala fe hay que tener mucha moral), que pasen una Feliz Navidad.

A los que no les gusta la Navidad, que pasen a ser posible un Feliz periodo de tiempo paralelo a la Navidad.

En cualquier caso que nadie se prive de ponerse morado de polvorones (eso sí, solos no, con mucho pan) y tal, e ir pensando en mandarle la carta a los Reyes Magos que se va pegando el arroz. Yo el año pasado les pedí un bate de beisbol y una tubería de plomo nueva para hablar «de tú a tú» con Papa Noel, y sólo por eso el bate me lo trajeron de aluminio (si es que los Reyes Magos son los fuckin’ kings). Así que ahora estoy aquí montando guardia junto a la chimenea, con mi bate de beisbol de aluminio y mi tubería, sentado en mi sillita preferida, esperando a que aparezca Papá Noel. Espero que pase primero por vuestras casas, porque de aquí no va a salir demasiado fino como para coger el trineo…

PD: Sí, se que el gordo de rojo vendrá mañana, pero no quiero que me pille desprevenido que ya me tiene calado, así que yo empiezo a montar guardia hoy.

Nos vamos de boda, capítulo 2

Aparte de todos los tipos de criaturas que comenté que puede uno esperar encontrar en una boda, que no son pocos, todavía se puede encontrar alguno más…

La tía solterona es ni más ni menos que eso: tía de alguno de los novios y no es que a la mujer se le pasara el arroz, sino que hace tiempo que va echando tufillo a requemado. La tía solterona no ha perdido la ilusión de casarse (aunque su último ligue fuera un abuelo de Tutankhamon), y acecha con inusitada destreza a todos los hombres en edad de merecer de la boda (o sea, todos, la tía solterona no ha perdido la ilusión, pero tampoco se hace demasiadas ilusiones). En raras ocasiones aparecen más de un sujeto de esta especie en la misma boda, y no se considera peligrosa excepto con miembros de su propia especie (y es que si encontrar novio a los 300 años es complicado para una, imagínate para dos). Sus métodos de caza son de todo menos taimados, y afortunadamente para muchos el estado físico de la tía solterona no suele ser el mejor, así que es relativamente fácil detectarla y poner tierra (o canapés) de por medio.

El ligón es una especie en extinción. Antiguamente, cuando la gente se casaba joven (y además se casaban muchísimos, ahora está más de moda arrejuntarse y si acaso hacer pareja de hecho) estaba claro que podía uno encontrar en las bodas con un porcentaje interesante de solteras (y solteros, pero a esos ni caso) y ahí es donde entraba el ligón. El lugar, la temperatura y algunos otras cualidades ambientales que se dan en los lugares de celebración son el caldo de cultivo idoneo para estos seres; el alcohol en buenas cantidades y una labia desmesurada son sus armas a la hora de perseguir y acosar a las solteras (porque normalmente el sexo del ligón es masculino, las ligonas son criaturas legendarias en el mejor de los casos), que se ven acorraladas y deben considerar al ligón un ejemplar peligroso (aunque puede servir para elevar el ego de las susodichas y objetivo de burlas sangrantes en otros casos).

Uno de los más molestos a largo plazo es sin duda el Azuzador. El azuzador es alguien a quien parecen gustarle las bodas (cosas veredes, Sancho), y que acecha a los solteros (sobre todo a las solteras) con la intención de soltarle en el momento más inoportuno un durísimo «y tú para cuándo, hermosa». No serán pocas las que admitan que una puñalada entre los homóplatos y posterior retorcer la hoja dentro, es menos molesto que un constante golpeteo de azuzador en las orejas. El perfil del azuzador suele incluir edad avanzada (o tremendamente avanzada), sexo femenino (aunque los masculinos no son extraños) y una perenne sonrisa entre divertida y condescenciente (si es que parece que te esté haciendo un favor pegándote el empujoncito y que le des penita por estar soltero). Los azuzadores (porque puede haber varios por boda, incluso por mesa), son especialmente peligrosos para las parejas porque ya tienen medio camino hecho (la pareja, no los azuzadores) y parece que eso les infunde fuerzas para seguir dándole a la lengua.

Las solteras y sin compromiso pueden verse entre dos fuegos cuando unen sus fuerzas el ligón y el azuzador. Estas dos especies forman una especie de pareja simbiótica (puede que parasitaria si el ligón tiene experiencia), cuando el ligón utiliza al azuzador para que le presente alguna soltera a la que el azuzador tiene especial atención. Hablando sin sutilezas: está la (pobre) chavala tan tranquila haciendo cualquier cosa que se pueda hacer en una boda, y de momento aparece un azuzador y le presenta a un tío con ojos de águila (por lo de rapaz, no por especial buena vista) y una sonrisa de tiburón (por lo de depredador) que asusta hasta a la más pintada; por supuesto el azuzador se queda más a gusto que todo porque ya se ha imaginado hasta la ropa que se pondrá para la boda de la «nueva» pareja. Lo mejor que puede hacer la víctima en esos momentos es salir corriendo como si fueran las 12 de la noche y procurar que si se le cae el zapatito de cristal que se rompa y no puedan localizarla…

Y hablando de solteras y ligones. Eso de que en las bodas es uno de los sitios en los que más se liga es una leyenda urbana, aquí el menda lerenda no se come un rosco en las bodas (ni fuera tampoco, pero no estamos hablando de eso) ni aunque se emborrachen (ellas).

En el próximo capítulo, las partes importantes de la boda…

PD: la idea del azuzador es un añadido surgido del comentario en el Capítulo 1 que dejó Girlonaleash, sin el cual, al fin y al cabo, este post sería un párrafo más corto, lo que no sabría decir si es bueno o es malo, en cualquier caso es culpa suya.

PD2: sí, este es más corto y más flojito que el anterior, pero estoy liado con las felicitaciones y no doy abasto, me estais estresaaaaaaaaando.

Frase del día:
«Nothing can ever change us now.»

Nos vamos de boda, capítulo 1.

Cuando era un crío odiaba que mis padres me obligaran a ir a todas las producciones de la BBC, o sea, todas las Bodas, Bautizos y Comuniones. Cuando conseguí tener la edad para escaquearme y decidir por mí mismo a dónde ir y a dónde no, lo tuve claro y me dejé la BBC. Cuando fui un poco más mayor y redescubrí lo que era la vida social (se ve que me la había dejado en la otra chaqueta, como aquellos maravillosos años) me encontré con que la gente se sigue casando, horreur de los horreures, y yo con estos pelos. Y lo que es peor, ahora el regalo sale de mis bolsillos…

La cuestión es que hace un tiempecillo me tocó estar en una de ellas, ya que no pude encontrar ninguna excusa plausible para evitarlo (ya me he tenido que someter con anterioridad a tres apendicectomías, una reparación de emergencia del menisco derecho y cuatro del izquierdo, y hasta una mamoplastia; así como tener que asistir como consultor externo a dos misiones de la NASA y la Agencia Espacial Europea,… es verdad, para según que ocasiones tengo la agenda lo que se dice apretadilla, pero tarde o temprano se acaban las excusas).

El tema es que como me lo paso bomba en las bodas, sobre todo una vez que se acaba la tarta que es el momento en que se me enciende una luz roja en el cerebro que me dice «tú y yo ya no pintamos nada aquí», mientras uno espera a que se termine de embutir el cubatilla el que tienes que dejar en su casa (y es que esto de ser abstemio y no fumar hace que tengas que esforzarte más con los entremeses para amortizar el regalo, los que fuman y beben pueden seguir amortizan con el purito y los copazos que siguen a la tarta), descubres muchas cosas interesantes. Y claro, como son muchas pues aprovecho y hago varios posts al respecto y así además amortizo la agonía.

Hoy, para ir abriendo boca empezaré desgranando las diferentes especies animales que podemos encontrar en una boda, que aunque podría pensarse que son los mismos que vemos a diario descubrimos, no sin algo de perplejidad, que son criaturas extrañas y (afortunadamente) irrepetibles. Básicamente ahora voy a hablar cuatro elementos extraordinarios que rara vez se encuentran en estado natural en el espacio exterior a una boda: los novios, el berreador oficioso, el aislado y el niño tocacojones.

Los novios son criaturas extrañas, muy extrañas, que aunque podrían categorizarse como una especie en conjunto existe tal variedad que la comunidad científica no se pone de acuerdo, porque al parecer los únicos puntos en común entre novios de bodas es: que siempre van por parejas (increible pero cierto) y se van a casar/se casan/se están casando/se han casado recientemente (táchese lo que no proceda). Además parecen ser una especie en extinción, porque se casan cuando ya nadie se casa. Algunos biólogos indican cierta posible relación entre los novios y una tercera especie no autóctona como son los abogados especializados en divorcios y separaciones, aunque no se tiene claro si se trata de simbiosis o de parasitismo (y aun dentro de la hipótesis del parasitismo tampoco se tiene claro si quien parasita es el novio, la novia, el abogado, o si son otras combinaciones de dos contra uno).

El berreador es después de los novios el más facil de identificar rápidamente: es el tipo que durante toda la celebración se pasa gritando cosas como «vivan los novios», «que se besen, que se besen», y cosas similares. El berreador es otro punto de controversia para la comunidad científica internacional, que no se pone de acuerdo (una vez más) sobre si el berreador es en realidad el sujeto, o existe algún tipo de parásito que se activa con la ingesta de alcohol, por la sencilla razón de que muchas veces en condiciones ambientales normales (o sea, fuera de las celebraciones) el berreador no se comporta así. Podríamos considerar como cualidades más comunes la edad de entre 35 a 50 años, y una buena capacidad de levantar el codo (aunque esto es más opcional, pero ayuda). El berreador no es una especie peligrosa y se puede mantener bajo control fácilmente (dejándolo a su bola, no suelen ser agresivos), y solo reportan peligro si están sentados en tu mesa (principalmente para tus tímpanos) aparte de por los berridos por la tendencia de algunos a dar palmaditas (y palmadotes) en la espalda mientras se ríen y es que el berreador es el alma de la fiesta y hay que divertirse. ¡Hombre ya! El berreador no es único, puede que al principio aparezcan varios, pero tras una lucha encarnizada a ver quién es el que más fuerte es capaz de gritar ¡vivaaaaaaaan! que suele durar bastante poco, al final (como los Inmortales) solo puede quedar uno; el resto de candidatos al papel de Berreador Alfa se retiran al pseudo-ostracismo de sus propias mesas, acechando ante la oportunidad de reclamar su puesto, ya sea en esa boda o en la siguiente.

El aislado es bastante facil de localizar si sabes dónde buscar. Es el (o la) que está sentado con cara de compungido, sin abrir la boca y casi sin respirar. Viene sin pareja y más solo que la una; porque es el primo segundo de un tío del pueblo que va haciendo representación de la familia que no puede venir entera, o tal vez porque es amigo de uno de los novios pero de un círculo diferente de todos los demás. No conoce a nadie y nadie le conoce a él (o ella). Si por el contrario no sabes dónde buscarlo, probablemente una singularidad espacio temporal lo absorverá durante toda la celebración y al final nadie recordará haberlo visto (y hasta desaparecerá de los videos del reportaje). No existe uniformidad en cuanto a aspecto, motivaciones y/o edad, son una especie muy heterogenea.

El niño tocacojones no es único, y a pesar de la variación de edades y niveles de desarrollo tienen tendencia a moverse en peligrosas manadas. Conviene identificarlos rápidamente, antes de que ellos te localicen a tí. Tiran trocitos de pan (los más sofisticados tiran trozos de entrecot y gambas, que mancha más), te pegan collejas al pasar, intentan sisarte el puro a la que te descuidas (y eso no, que fumar no fumaré, pero con tal de amortizar si hace falta me lo mojo en le café), y algunos si te encaras te siséan como las serpientes y se te ponen farruquitos. Se los considera una especie altamente peligrosa que conviene evitar, aunque aquellos dados a los deportes de riesgo pueden intentar utilizarlos en su propio provecho dirigiéndolos contra un enemigo.

Luego podemos encontrar otros animales más o menos peligrosos como la tía solterona o el ligón, de los que ya hablaré más adelante (y no lo digo por crear espectación, es que me canso de escribir y si no lo dejo anotado se me olvida), antes de darle un repaso a las fases importantes de una boda (o sea, a partir de que empiezan a poner las tablas de quesos y el jamón). Más y mejor (sí, claro), en el mismo batcanal a la misma bathora…

Frase del día:
«Sometimes I’m afraid of lost my way.»

Mentiderum vitae

Dijo un hombre sabio que no recuerdo a ciencia cierta ahora mismo quién fue, que existen tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas. En realidad existe una cuarta clase de mentira: el currículum vitae.

Porque está claro que si hay dos sitios en los que se miente más que se habla, uno es en la primera cita y otro es el currículum. El objetivo en los dos casos es, por ende, el mismo: que te vuelvan a llamar. Pero bueno, como el tema de las primeras citas es un asunto realmente peliagudo (además, si supiera yo lo que es una cita anda que iba a estar aquí escribiendo estas cosas) no pienso hablar de ello (hoy), y voy a intentar centrarme en el currículum de marras.

Por tanto, el segundo lugar donde más se miente (si obviamos luego algunos matrimonios… vale, vale, ya me centro) es el currículum vitae. Cuando uno va a echar el currículum el objetivo es llevarse al huert… perdón, eso no era el currículum. El objetivo del currículum es conseguir que a uno lo encuentren interesante para un puesto de trabajo (¿veis? lo he conseguido y he escribo «un puesto de trabajo» en lugar de «quince polvos»), así que o tiene uno uno experiencia en tema de curro en cuyo caso no creo que haga falta echar el currículum, o hay que «decorar» el papelito (al final, el tamaño sí importa).

Hay cosas que no tienen misterio ninguno, como los datos personales (y es que si empezamos teniendo que mentir en los datos personales vamos muuuuy mal), los centros donde cada cual ha pasado algunos estudios (en los que yo al menos evito la vergüenza de indicar los años en cada uno, no vaya a ser que alguien eche cuentas de lo que llevo viviendo del cuento). Luego pasamos a poner la experiencia laboral, que eso ya va siendo otro cantar porque ahí normalmente hay que demostrarlo (que si cartas, que si copias de contratos, vete a saber la cantidad de tonterías, total… como si tuviera importancia si has estado rascándote el ombligo en casa o en un local comercial…).

¿Y qué se pone sobre los conocimientos y estudios adicionales? El primero de la lista suele ser un idioma a «nivel medio hablado y escrito» (la mayoría de las veces el inglés), aunque tu nivel medio no pasa de contar del 1 al 10 (y dudas de la pronunciación del 8), del jau ar llu y del mai neim is. Luego yo lo tengo bastante claro, en el currículum se ponen tres clases de datos: lo que sabes, lo que sabías pero has olvidado (y rezas para que sea como montar en bicicleta, que nunca se olvida del todo), y lo que en realidad no tienes ni la menor idea pero estás dispuesto a aprender si te cogen. De todos ellos los más divertidos son los que no sabes pero te das el pegote, amparándote en la ignorancia de quien lo recoja (así puedes poner cosas como que dominas VRML, VHDL, la cría del cangrejo barbudo), luego te preguntan que si puedes hacer tal o cual cosa relacionada con lo que en realidad no sabes y vienen las risas: cuando tú agarras mil manuales y te los empollas como buenamente puedes en una noche a ver si toca la flauta, se te aparece la virgen, y los duendecillos te echan una mano como al zapatero aquél. Olvídalo, la desgracia se cierne sobre tí por mentiroso…

Pero lo que es realmente cachondo es lo de los intereses. Hace años eso ni existía, ahora por lo visto sí es recomendable ponerlos, pero cuidado porque una cosa son tus intereses y otra las cosas que las empresas leen, por ejemplo, tú pones: «tecnologias informaticas, leer y escribir chistes malos», y ya puedes echar el currículum en una panadería cualquiera que lo que leen es: «puedo arreglaros los ordenadores a todos, y si no se aprenderé que me encantan los manuales, si no haré de bufón para todos vosotros». Así que cuidado…

Aunque ahora que lo pienso… ¡Dios mío! ¡Trabajar! ¡Echamos papeles para trabajar y además mentimos para conseguirlo! ¡Estamos locos! ¡Para trabajar! ¡Aaaaaargh!

Frase del día:
«La esperanza es un árbol en flor que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones.»