Como iba diciendo, las cosas acababan de ponerse interesantes de verdad (ya que esta vez la verdiblanca todavía no me había puesto el canalillo haciendo presión contra la nariz).
Como en capítulos anteriores, me iban poniendo la mascarilla facial asesina de cejas dejándome ésta vez al aire el ojo izquierdo. Debí olerme que la cosa iba mal (en realidad mucho más no podía oler, todavía tenía la nariz saturada del olor a churrasco del ojo derecho, que claro, siendo un ojo mío era churrasco etiqueta negra), cuando al ponerme la pieza de plástico que separaba los párpados noté un dolorcillo si no incapacitante para mí, si ciertamente molesto para los muertos más frescos (porque solo por lo que pensé debieron revolverse en su tumba) de quien fuera el animal que me lo puso. Así que estaba yo con los párpados mismamente desgraciados, cuando me echaron las gotas de la anestesia, y ahí es donde vino el problema.
Con el ojo derecho enseguida perdí, además de la sensibilidad, la visión. Hay veces en la vida que uno no querría ver (y no hablo explicitamente de una operación de fimosis, ni de un par de yayos montándoselo [nota: bien por los yayos en cuanto a montárselo, mal por no esconderse que las carnes ya no son lo que eran], vosotros ya me entendéis), y apuesto mi coche a que la mayoría de la gente no querría haber visto lo que yo ví… (y por si acaso mi coche vale menos que la calderilla que llevo encima ahora mismo).
Y es que yo he visto cosas que vosotros no creeríais, atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos-c brillando cerca de la puerta de Tannhäuser… estoooo, no, eso era de otra cosa. A lo que íbamos, me di cuenta que algo iba mal cuando el Dr. Nick seguía con su perorata de «ahora voy a tal y ahora voy a cual», pero yo seguía viendo; me cercioré de que algo iba mal de verdad cuando vi bajar una especie de arito que perdí de vista completamente cuando ya lo tenía tan cerca del ojo que se perdía alrededor de él; y si necesitaba pruebas concluyentes fue para echar hasta la última caquita cuando el Dr. Nick dijo «y ahora voy a cortar lentamente la zona superficial del tejido corneal» y yo comenzaba a notar como algo me iba tapando lentamente la visión del ojo.
Si alguien ha visto los documentales de la 2 sabrá que algunos animalillos se quedan casi fiambres por el miedo y eso les permite escapar de sus depredadores. Pues a mí me pasó parecido, diría que me entraron los nervios si no fuera porque estaba tan tremendamente acojonado que creo que se me paró hasta el pelo. Yo oía a mi oculista que decía con voz de bastante acojone (o lo mismo eran mis tímpanos, que transmitían el acojone a lo que yo oía): «por Dios, no muevas el ojo, no muevas el ojo»; mientras yo pensaba para mis adentros «claro, no te jode, tú no estás viendo en directo que te rebanen el ojo», y visualizaba imágenes del perro andaluz de Buñuel. Fue un momento de nada, el segundo momento más peliagudo de mi vida, y enseguida recuperé la visión, para seguir comprobando de primera mano que el Dr. Nick me estaba contando la operación mía y no un documental del Discovery Channel.
Así fue como se me nubló la vista y el Dr. Nick cogió un cachito de ojo y lo separó del resto como con unas pinzas. Pensadlo por un momento. ¿Cuando os acercáis algo mucho al ojo cual es la primera cosa que hacéis? ¿No miráis? Pues vosotros no se, pero yo sí, y se dio la absurdez de intentar mirarme la parte del ojo que el Dr. Nick tenía en sus manos con el propio ojo, eso es como la pescadilla que se muerde la cola, claro, porque si giro el ojo el cacho se mueve con él. Mi oculista seguía diciendo cosas en voz más o menos baja, no se si seguía diciendo que no moviera el ojo o rezando; veo factibles las dos cosas. Ahí me vino a la memoria también el chiste que iba haciendo yo hace unas semanas de «no os mováis, que lo he visto caer por ahí», y yo estaba resfriado, así que la palabra estornudo se convirtió en una nueva acepción para el término «terror». Bueno, a lo mejor «terror» no, el término técnico en esas situaciones es «caguetilla»; se que alguno os estaréis riendo, pero a mí me gustaría veros en manos del Dr. Nick.
Luevo vino lo del láser y tal, pero ya estaba curado de espanto y aparte del olorcillo no noté nada nuevo (lo que no quiere decir que el olorcillo fueran rosas precisamente). E inmediatamente después, que me encasqueta la córnea otra vez a su sitio; eso sí, como le quedó un poco arrugadita estuvo un rato apañando la cosa así tironcito por aquí tironcito por allá. Cierre usted los ojos flojito y pista.
No llegué a contar 30 segundos cuando el Dr. Nick me dice que me levante y la verdiblanca me pide que la siga. 30 segundos de mierda, iba yo con las manos puestas con las palmas abiertas hacia arriba por si se caía algo, pero no. Luego me dijeron que me pasara un rato con los ojos cerrados en la sala de espera (o sea, que no se me cayó, pero podían haberse caído), ya sin mi modelito de celulosa verde todo fashion. Y cuando pasaron 20 minutillos me vino un cirujano de por allí, echó un vistazo a la cosa como quien le mira el nivel del aceite al coche y luego vino mi oculista a hacer lo mismo (no quiero ni pensar la comisión que se llevaría el tipo que miró el aceite primero, teniendo en cuenta que no lo había visto antes, yo a él, se entiende, o no, yo que se). Y después de eso a la puta calle, pero viendo, que es lo importante (y sin gafas, que eso también es de lo que se trataba)
Allí me encontraba yo al final, a las 12 del mediodía, en la puerta de la clínica con mis rayban a estrenar, rezando por que pasara por allí Kate Beckinsale o la Love Hewitt esa, pa estrenar las corneas como Dios manda. Y pasar no pasaron, pero yo de allí al infinito y más allá.
Y creo que ya se acabó más o menos la odisea, no se si se me ocurrirá manera humana de alargar más esto pero no lo descarto actualmente. Me han quedao los ojos que da gloria verlos y funcionan de lujo, gracias por el interés, estoy buenísimo y soy soltero, remarco lo de que estoy buenísimo, por si no ha quedado claro.
Frase del día:
«Al final, ver no es siempre cuestión de vista y para según qué cosas seremos eternamente ciegos.»