En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
Dijo Dios: «Sea la luz». Y fue la luz.
Y si hay luz, te puedes limpiar el pompis (con ciertas garantías) pensó, y dijo Dios: «Sea el papel higiénico». Y fue el perrito (de Scottex).
Atención, contenido potencialmente escatológico. Que luego no me venga nadie…
Mucho ha llovido (diluvios universales incluidos) desde que Dios pusiera en la humanidad la semilla del papel higiénico, pero al contrario que otras muchas cosas que puso lo del papel higiénico ha cambiado mucho.
Esta mañana cuando he ido a hacer lo que se hace en la taza del váter, me veo, oh horror de los horrores, un papel higiénico rosa, perfumado y con dibujitos. Lo primero que he pensado es que evidentemente yo paso de limpiarme con esas mariconadas, lo segundo es que ya no había más remedio y que la próxima vez miraré antes de sentarme, porque tampoco podía levantarme de ahí con… bueno, así. Así que después de la tortura que me ha supuesto, que me he tenido que fustigar con la espalda con el látigo de nueve colas para recuperar la hombría perdida con tal pérfido papel higiénico, he empezado a investigar la evolución del susodicho.
El primer papel higiénico era de capa simple y lo primero que le viene a uno a la cabeza es que aquello tenía que calar y la diferencia entre usar el papel y limpiarse directamente con las manos tenía que ser poca. Pero no nos engañemos, aquel «papel» era poquito menos que papiro, hasta la lija del 12 era más fina y delicada. Claro que entonces había un problema, los aquejados de hemorroides (que no siempre se sufren en silencio…) casi se sentían mejor usando una piedra del camino, así que la evolución lógica era hacer el papel más fino y suave.
Y ahí llegamos a la versión fina y delicada. Que rápidamente se descubrió que calaba, vaya si calaba, y la gente le daba varias vueltas al papel para que así se combinara la delicadeza con la resistencia. Los fabricantes tomaron buena nota de aquello (sin duda tras muchos test en profundidad) y fabricaron el papel higiénico de doble capa, toda una revolución en el sector, que aguanta los cerullos si hace falta y cala poco. Lo que todavía no han solucionado es la resistencia al rozamiento, y a los que tenemos pelillos (o greñas) en el pandero todavía se nos hacen a veces pelotillas de papel… (Toma visión escatológica, hala, ya nos ha jodido el día el cafre éste).
Desde que salió el papel de doble capa la cosa ya está acelerada. Los hay con dibujitos (que quedan simpaticotes y todo, aunque sean mayormente una horterada), y más comunes los que llevan relieve para atrapar mejor «lo que sea» y que francamente la diferencia con las servilletas y las bayetas desechables de cocina es anecdótica (uno ya no sabe si usar el mismo rollo para limparse el trasero y la encimera). A mí esos no me resultan especialmente desagradables, pero… Los perfumados me queman.
Supongo que estaremos de acuerdo en que nadie caga rosas (excepto el menda, cuyo nivel de perfección le permite cagar Chanel Nº5 en botella de 50cl si hace falta), pero el papel higiénico perfumado es aberrante. Si le acercas la nariz (ANTES de usarlo, cuidado que el orden de los factores sí altera el producto) tiene un olorcillo suave suave que no te sirve para solucionar casos de flatulencias descontroladas (vamos, que no te sirve para «olorificar» el cuarto de baño), y una vez usado no solamente no te deja el culo perfumado (nota: ésto no ha sido testado empíricamente al completo, yo no me huelo y hace tiempo que nadie se acerca por ahí abajo, se admiten propuestas de estudios meramente científicos y la resolución de la duda desde otros sujetos de estudio) sino que una vez se pringa deja de oler a bonito y huele igual que la mierda que tiene pegada.
Además es un invento estúpido eso del papel higiénico perfumado, es combinar dos cosas que son incombinables. Lo del champú con acondicionador va una cosa con la otra muchas veces, lo del gel con el body milk pasable (que te deja el pellejo como si fuera la piel de un niño aunque seas albañil y tengas cuero en la espalda), que sí, que hay cosas que van juntas como Chuck Norris y las patadas, pero… ¿Cuánta gente se tira un par de flusfluses de Calvin Klein en el ojete después de hacer de vientre? ¿Eh? ¿Entonces qué pinta el perfume en el papel de váter? Lo que yo digo, ideas de bombero, pero aún así hay gente que pica.
Cosas veredes, amigo Sancho.