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And the Oscar goes to…

… Joseph Ratzinger Z, ahí es nada. Un ultraconservador de 78 que podría conseguir que la lista de pecados capitales ascienda a 70 poco más o menos, y sin forzar mucho las máquinas volveremos a la versión Beta de Dios (la del Antiguo Testamento, «tú insensato, que te tocaste ahí cuando tenías 13 años, maldito tú y 77 veces 77 generaciones de tu prole que se os caerá la minga a trozos), si se pone duro de verdad lo bueno que tendrá sobre el anterior va a ser lo que nos dure (si con 78 años aguanta 26 empiezo a creer en firme en los milagros). Atención durante los próximos días a las direcciones de Ratzinger en italiano y Club de Fans de Ratzinger, porque van a echar humo (no he podido resistir el chiste). Que Dios nos pille confesaos.

P.D.: Decía mi madre que haciendo comentarios como éste y la blasfemia nuestra de cada día me voy derechito al infierno, como me consta que a Pérez Reverte la suya le dice lo mismo, con un poco de suerte acabo cerca y puedo acercarme una eternidad a charlar con él. Mirándolo bien, casi es un incentivo.

Increible ble

Hoy no tenía idea de dejarme caer por aquí, pero ya tan tempranito ha ocurrido algo que por sí mismo es capaz de alegrarme el día: he encontrado aparcamiento a la primera. Me he puesto tan contento que creo que no voy a cagar duro en un més por lo menos (o como se dice en mi tierra, ahora mismo no me cabe un esparto por el culo); debo haber hecho algo muy bueno últimamente para tener tanta suerte, lo que no se me ocurre que ha podido ser…

Pero qué coño

Chucherías

Haciendo caso omiso alegremente a la parte de mi DNI donde pone que rondo los veintilargos ayer volví a hacer expedición rumbo a la isla del tesoro, no la de Stevenson, más bien a una tienda de golosinas que han abierto en estas tierras dejadas de la mano de Dios. El resultado de la expedición fue (otra vez) algo más de un kilo de chucherías de diversos tamaños, colores y formas que desde ayer y no se hasta cuando voy a estar embutiendome como si no hubiera Dios.

La verdad es que nunca he terminado de comprender por qué la gente llega a mirarme raro cuando digo que me gustan las golosinas, cuando quien más quien menos todo el mundo echaría mano a la bolsa de esas cosas si ya estuvieran compradas, parece que porque uno tenga más de 15 años ya haya cosas que le estén vedadas (a los 18 dejas de poder tomar golosinas a cambio del derecho de poder beber alcohol, digo yo). Lo peor del asunto es que hay gente que llega a decir «pero hombre, eso que lo haga tu hermana que tiene edad… pero tú ya eres mayorcito para eso», mientras casi se relamen mirando las gominolas de marras.

Y como esto hay montones de cosas, sobre todo cuando uno se va acercando a la treintena parece que se multiplican las cosas que debe dejar de hacer y las que debe hacer. Con mi edad según «la norma» yo tendría que tener novia poquito menos que estable (si, claro), estar pensando ya en largarme de casa de mis progenitores (obligado o no, pero si fuera por ganas…), tener un curro fijo (porque se ve que los regalan a los 26 o algo así), y montones de cosas más. Algunas la mayoría de la gente las aceptaría hasta con gusto, pero hay otras que por favor no tienen ni pies ni cabeza, que porque «la norma» diga algo se va a amargar la gente intentando conseguir esas cosas aunque no le gusten. Por supuesto una vez vas llegando a la treintena (o vas pasándola), ya no está bien visto que te pongas como una cuba (antes tampoco está demasiavo bien visto, pero «son cosas de la juventud), que te quedes de ocupa en casa de un amigo/a una noche si no estás en condiciones de volver a la propia, que te de por gastar bromas gamberras (por inofensivas que sean), etc etc etc.

Y a mí esas cosas me joden. Pero de momento he descubierto que yo al menos por raro que me mire la gente, estoy mejor haciendo lo que me da la gana (y me gusta) antes que hacer lo que se supone que debo hacer. Y como dijo Tom Cruise en la frase más aprovechable de Risky Business: pero qué coño.

Día 15: archivo

Como es día 15, subo el correspondiente documendo rolero: un pack de 5 maniobras de combate para los personajes de Fading Suns que tienen tendencia a resolver las cosas a hostias. Como siempre en Archivo.

Me he dado cuenta además, que llevo una semana sin escribir nada y no es que me haya puesto ninguna periodicidad (solo falta ponerme periodicidad obligada para saltarme yo mismo a posta eso), pero se me hace raro estar una semana sin soltar ninguna parida, debe ser la edad.

Dios mío, me estoy haciendo viejo…

El tamaño medio español

Dijo alguien de cierto renombre (y se va a quedar ahí porque no recuerdo el quien era, pero sirva al menos como intento de darle su crédito), que las mentiras las hay de tres clases, las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas. Yo ahora mismo me voy a ocupar de las terceras, las otras las dejaré para otro día.

Voy poniendo los dos rombos que entro a saco: el tamaño medio del pene español es de 13’58cm.
Manda cojones (astutísimo juego de palabras del autor).

No es que me preocupe el hecho de que “la tengamos” más pequeña que nuestros vecinos europeos, sino que jamás entenderé cómo se realizan esas estadísticas. Pongamos varios supuestos con varios grados de realismo (alguno habrá irrealizable por completo, pero si no que gracia iba a tener esta parrafada): A) la medida se realiza con cinta métrica y por personal médico especializado (risas aseguradas), B) la medida se realiza preguntando a los dueños de los respectivos penes.

Permitiéndome una pequeña licencia, voy a empezar por el B. Va una chica de esas que hacen encuestas preguntando a todos los hombres cómo de grande las tienen, je. No me resulta cómica la situación, sino las posibles respuestas. Estaremos todos de acuerdo en que España es ante todo el país del “puf, si yo te contara, así de grande, así”, que aquí intrínsecamente no somos exagerados, pero cuando nos toca en el amor propio hasta Torrebruno hubiera dejado en mantilla al Rocco Sifredi ese. Me imagino que al final todos acabarían mintiendo como bellacos, y añadiendo (por lo bajo) un par de centímetros al paquete, que no se diga que no dejamos alto el pabellón y basta que yo oiga a mi vecino decir que tiene 20cm para que yo tenga 25, que eso también es muy de aquí (mejor no nos bajemos los gallumbos y quedamos como amigos). La cuestión es que si fuera preguntando, y conociéndonos como nos conocemos, la longitud media del pene español debe rondar en realidad los 9’58. Triste, muy triste, eso no es un pene, eso es una pena. Casi le dan a uno pena las mujeres y lo difícil que debe ser para ellas mentirles al pariente (dicen que la autoestima es buena para el sexo, y faltaría que además de pichicortos se quedaran a medias por una depresión del susodicho).

Pero sigamos con las ideas lúbricas.

Siguiendo por la idea A, y suponiendo que el mundo fuera ideal, la realización de la medida se hace en condiciones óptimas: o sea, enfermeras que bien podrían ser portadas de revistas del gremio, en ropa interior, etc. Me van a permitir, que siendo esto tan tan pero tan bonito de pensar, y seguramente obteniendo medidas de tremendísima precisión (y seguro que no faltaba maromos deseosos de colaborar), que lo de directamente por imposible. Si eso es así que me llamen la próxima vez.

Pongámonos ahora en la idea A pero en realista, la de realizar la medición con medios técnicos manejados por personal médico especializado. No sería descabellado que ayudaran en la realización diversos números de revistas especializadas del sector (estoy hablando de Playboy, Penthouse y cosas así, a ver si alguien va a pensar en un vedemecum), y me resulta poco menos que chistosa la idea del médico pidiendo al maromo al que le realicen la medición en ese momento “vaya allí con las revistas y avise cuando esté listo”, o directamente monitorizando “la operación” (que esto ya no es un sírvase usted mismo de un banco de esperma, que aquí luego vienen a controlarlo). Personalmente creo que no debe haber cosa más antierótica y contraproducente para realizar este tipo de estadísticas que encontrarte en una habitación blanca, con un señor con bigote al lado con una cinta de medir en la mano y un pie de rey en la otra (nunca se sabe, nuuuuunca se sabe) observando como el pequeño soldadito se pone en pie de guerra y lo ascienden a general de brigada (o, según qué estadística, a sargento chusquero). Vamos, ya debe ser la repera el tema de la medida en sí, supongo que debe utilizarse una cámara ultrarrápida como la de las carreras de caballos, porque si con el señor con bigote has conseguido estar en condiciones de que te midan, que te ponga las manos encima con la cinta cuando menos debe provocar eso el mismo efecto que tocarle los cuernos a un caracol… Miedo me da.

En este último caso, creo que el más realista, debemos suponer realmente que existe un defecto en los valores de las medidas, y si en el B salían sobrados cuando debía ser menos, en A salimos muy perjudicados. Así, supongo que en realidad debería haber un valor de 16’58; ahí os quería ver, españoles, pichasbravas.