Contrariamente a lo que el título pueda hacer parecer el contenido de esto no tiene ni puta gracia. O al menos no lo tiene en la vida real, por supuesto que si la vida fuera una comedia de situación, muchos de los “gags cotidianos” que sufrimos vendrían acompañados de una buena ración de risas enlatadas y nos partiríamos el pecho con ello. Para bien o para mal no somos personajes de una serie de esas malas en que vamos de golpe en golpe para acabar bien al final de un capítulo de 25 minutos, o a lo sumo puteados durante dos capítulos mediado el “continuará” y después felices y contentos.
Hablo, claro, de esos momentos en que la situación se vuelve de un grotesco imprevisible, o simplemente ridículamente absurda, pero jodido acabas igual. Pondré varios ejemplos, míos y ajenos, pero que he visto siempre en primera persona.