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Nos vamos de boda, capítulo 4

Después de la gamberrada del otro día, pasamos a seguir con la nunca-creí-que-pudiera-ser-tan-larga saga de las bodas, en capítulos anteriores… 1, 2 y 3.

Y por último (bueno, en realidad lo último suele ser la resaca, pero como soy abstemio que alguien la cuente por mí), lo que nos faltaba: el convite, lo bueno, coño.

Por alguna extraña razón después de la ceremonia los novios, ya bien casaditos presumiblemente, se dedican a echarse fotos (seguramente para tener algo que tirarse a la cabeza en los años venideros) dejando a la audiencia mirando como tontos (o en el bar, que es más llevadero) y aumentando el grado de hambre en general. En la última que estuve incluso hubo momentos en que podría haberse dado el caso de un accidente industrial (si es que no se puede manejar una carretilla sin estar debidamente preparado y protegido), pero eso es otra historia y lo dejaré para otro día si me acuerdo. Estos momentos pueden ser peligrosos porque los que llegamos con varios días de ayuno voluntario para hacer hueco a las fuentes calamares, los entrecots y el marisco, estamos ya lo que se dice famélicos; así que nunca, repito, nunca, hay que acercarle la mano a la boca a un invitado de una boda, que no se sabe lo que puede encontrarse o con cuantos dedos volver a casa.

Pasado cierto tiempo llega el momento que todos estaban esperando (menos, los novios, a los que alimenta el amor…), el convite. Antes se entraba al salón directamente, ahora se les da a los invitados un «lunch» antes de entrar a saco; en teoría es para abrir el apetito, pero vamos que no nos vengan con milongas. Si la boda es a las 12 y empiezas a prepararte a las 9 de la mañana (o antes), a las 14:30 lo que menos necesitas es que te habran el apetito, tienes un hambre atroz. El lunch suele ser algunos frutos secos y aceitunas (con o sin relleno), aderezado con cervecitas, cockteles ligeros (ligeros si te tomas solo uno, porque da tiempo a embutirse unos cuantos), refrescos y se suele hacer en exterior. Desde mi humilde conspiranóica opinión a mí me parece que en realidad algo así como un control de daños, se le echa carnaza a los lobos… perdón, a los invitados, para que no entren arrasando incluso con las flores de adorno de las mesas. Ni qué decir tiene, que entre que la gente tiene más hambre que el perro de un ciego, con el estómago haciendo vacío y el alcohol, aquí más de uno ya va cogiéndose un puntito tibio… y es donde se pueden ver los candidatos a berreador.

Una vez que se ha calmado a las fieras… perdón, los invitados, los dejan pasar al salón. Es el periodo de estress total y absoluto, intentando localizar la mesa en la que te han puesto mientras le pegas codazos al que intenta rebasarte como si fuera una carrera y tratas de no tocarle el culo a nadie (que ya se sabe que el roce hace el cariño, pero así no). Consigues llegar al sitio donde está la lista de invitados y distribución (que con suerte la han puesto en un atril, me se de unos que las pusieron en cada mesa y había que ir buscando, si llega a haber música a la misma vez hubiera parecido el juego de la silla). Y entonces echas un vistazo y descubres que estás con el Mateo y la Juani. ¿Que quiénes son el Mateo y la Juani? ¿Tú no lo sabes? Pues yo tampoco.

Normalmente los novios suelen colocar a la gente del mismo círculo en las mismas mesas (excepto que sean especialmente crueles, o tengan la feliz idea de poner a todos los solteros juntos, que también lo he visto y no se si es bueno o es malo, yo me quedé igual que estaba). Pero vamos, que siempre te caen como mínimo el Mateo y la Juani. Lo bueno de conocer a la gente de la misma mesa es que tienes tema de conversación, lo bueno de no conocer a nadie es que como no tienes nada de qué hablar comes más (y así amortizas antes).

Sobre todo cuando la gente no se conoce la cosa al principio va lenta, y es que el Mateo y la Juani no son tampoco precisamente los más comunicativos del mundo. Unas buenas tardes al sentarse, unas sonrisitas de esas que dicen «pa qué coño me habrán puesto contigo, hagamos de tripas corazón». La conversación cuesta cogerla, empezando por cosas de tamaña chorrada como «pues qué bien se está, oye, que bonito está todo». ¿Pero a quién le importa lo bonito que está? Vamos a lo que vamos, si todo el mundo está deseando echarle mano a la tabla de quesos y al jamón. Hombre por Dios. Y uno contesta que «sí que es verdad, qué flores más majas han puesto por aquí», mientras le echas un ojo al ibérico de reojo. Poco a poco la cosa se va aderezando con temas más explicitos, que si qué buena pinta tiene el jamoncico, ese semicurado tiene que estar que pa’qué, y demás. La cosa se va a alargando tontamente porque existe una especie de ritual por el que, aunque en las bodas no hay pistoletazo de salida, todas las mesas parecen que esperan una señal por la que se puede empezar a comer; así se pueden ver a invitados de todos sitios mirando nerviosamente a las otras mesas, por si hay alguien que ya está en el tema. Y es que parece que aunque te estés muriendo de hambre quedas mal si eres el primero en meter la mano en el plato del jamón, y eso es como oir el disparo en una carrera de atletismo.

Lo mejor de ese momento es que de momento todo el mundo alarga la mano para coger lo mejor antes que los demás, hay que andarse con mil ojos si no te quieres quedar sin los mejores cachos, y a la que te descuides no sabes si es una mesa de una celebración o una partida al twister

¿Te gusta conducir?

Iba yo esta mañana conduciendo mi flamante bólido por las calles de la ciudad, con la tranquilidad del que sabe que tiene tiempo de sobra para llegar al destino, con el tráfico relativamente fluido (cosa rara) y la alegría que me caracteriza a la hora que era (esa alegría que te da no saber exáctamente qué estas haciendo, ni dónde estás, propiciada por el sueño que no se ha terminado de ir). Nada perturbaba la perfección de mi vida en esos momentos, esos escasos momentos de sublime tranquilidad que solo pueden darse cuando después de toda una vida contemplativa has alcanzado el Nirvana, o te han pegado una paliza de padre y muy señor mío y esperas pacientemente la muerte segura.

Miro el reloj y pienso que me va a sobrar tiempo hasta para buscar aparcamiento. When de repenete, un ruido perturbó mi felicidad, era algo así como un grlgrlgrlglr, un sonido de líquido viscoso escurriendo por conductos enrevesados y de pequeño diámetro, aderezado con el choque de minúsculos corpúsculos que se deformaban, formaban y deshacían a cada colisión, buscando en tremenda premura un lugar en el que sumirse para no regresar jamás… «Coño, que me cago.» Pensé para mis adentros.

Entonces, y no antes, fue cuando me di cuenta que tenía una cita no proyectada y que estaba llegando tarde. Empiezo a mirar por un lado y otro aparcamiento. Nada en ningún lado. Entonces empiezo a pensar que según la calle, si aparco en doble fina de una manera determinada a lo mejor entre dos coches podría… Imágenes a cada cual más esperpéntica y escatológica van surgiendo en mi mente a velocidades de vértigo, sin dejar huella visual pero sí marcando (y reduciendo) mi moral. Desecho cada una de las ideas de emergencia mientras aprieto el culo y me acuerdo del chiste de la violación de Patxi. Me reiría si no fuera porque del esfuerzo estoy apretando los dientes como si me fuera la vida en ello.

Al final encuentro una plaza de aparcamiento justo en el momento en que sufro el segundo ataque. Tengo que hacer uso de mi entrenamiento Zen del más alto nivel para aguantar el tipo y salgo corriendo en dirección al primer váter de uso público del que pueda echar mano. Conforme corro como alma que lleva al diarrea, voy pensando en las maneras de sobrevivir a un váter público… Primer paso: comprobar que nadie ha meado en los bordes de la taza. Segundo paso: con todo el papel higiénico disponible para limpiar la taza aunque parezca limpia. Tercer paso: rociar toda la zona con napalm por si las moscas. Cuarto paso: que Dios nos pille confesaos.

En eso que cumplidas todos los pasos previos (menos lo de rociar con Napalm, ya que por problemas del operador de radar del USS Nimitz no han podido desplegar los F18), estoy yo sentado en el váter tan tranquilo y oigo apretar al vecino de dos váteres más allá; yo, como es de mala educación no devolver un saludo, me suelto un cuesco así entre explosivo y derroche líquido. Entonces me pongo yo a pensar en todo lo íntimo que es esto de cagar, porque una vez que sabes cómo caga alguien. ¿Qué más puedes esperar saber? Hay parejas (y familias) que hacen de todo juntos pero no se toleran en el cuarto de baño juntos, tal el grado de intimidad que hace falta para plantar un buen pino. Me viene a la cabeza que casi casi eso de cagar con alguien en íntima comparsa exige poco más o menos la misma confianza que la de compartir cama. Pero en eso que me imagino compartiendo cama con el maromo que haya dos váteres más allá, y decido dejar de pensar por un rato, pero procuro no soltarme ningún cuesco más sonoro de la cuenta, porque yo confianza con el tipo ninguna, y el funcionamiento de mis esfínteres me lo guardo para mí, hasta ahí podíamos llegar.

El vecino acaba, oigo como tira de la cadena y se larga rápidamente (sin lavarse las manos, vaya cerdo). Yo entonces termino, ya soltando todo el material químico que la madre naturaleza me ha dado en posesión (aprovechando que no queda nadie en las cercanías), termino, tiro de la cadena y me largo todo lo rápido que me permiten las piernas antes de que el ejército bloquee el lugar y Sanidad lo declare zona de cuarentena, con la tranquilidad de saber el deber cumplido…

Ah, por cierto, el post no tiene nada que ver con conducir y es bastante escatológico, lástima que se me haya olvidado mencionarlo al principio…

Heisenberg social (revisited)

Por motivos que no vienen al caso me ha venido a la memoria una entrada del blog que ya había puesto hace bastantes meses, así he decidido reponer esa entrada con unas mínimas variaciones(lo que podría ser un precedente peligroso, aunque espero que no me pase como a TVE con Verano Azul).

¿Cuántas veces a lo largo de la vida puede uno encontrarse en la duda de… “se acordará lo que dije, no se acordará”? Al abajo firmante por lo menos unas cuantas, a cada cual más peliaguda, y es que nos encontramos en una situación lo que se dice chunga, parece que hagas lo que hagas acabas cagándola. Pues gracias a eso he demostrado que la memoria humana posee un tamaño subatómico y se comporta como un miserable electrón (si hablamos solo de memorias, claro, en el caso de algunos si hablamos de inteligencia mucho me temo que entramos a plena potencia en el tema de los neutrinos, y la madre que los parió, en esencia tamaños despreciables).

Pues bien, esto tiene una analogía directa con el Principio de Incertidumbre de Heisenberg. Éste Principio, para los que no estén al tanto, dice (postula, o algo así), que es imposible conocer a la misma vez la velocidad y la posición de una partícula, y que además, ya que nosotros usamos partículas del mismo tipo (en última instancia) para medir las que nos interesan con solo medirlo ya estamos cambiando precisamente lo que estamos midiendo. Jodido la hemos, amigo Sancho.

A lo que iba, adaptando el principio de marras, al que muy originalmente he llamado Principio de incertidumbre social de Heisenberg, nos queda algo así como: “es imposible saber directamente si alguien recuerda y de qué se acuerda sin recordárselo en el proceso”. La demostración es directa.

Supongamos un elemento A que en su día pudo decir o hacer algo, supongamos un sujeto B al que A le dijo algo o le hizo algo. Pasado cierto tiempo el sujeto A duda de si B se acordará de lo que dijo o hizo, y tiene cierto interés en enterarse (sobre todo si se comprometió a hacer algo para “después”, que si B no se acordara podría anular la necesidad de hacerlo). El caso es que A necesita saber si B lo recuerda, pero ahí está la cosa, la única manera de saberlo es preguntarlo, lo más sutilmente posible claro porque si no A estará perdido. Lo más normal, ya que en este país somos igual de finos la mayoría que unas bragas de esparto, es que A no es lo suficientemente sutil y la pregunta salta a la vista si la hace… y si no la hace peor.

Tenemos dos posibilidades principales para la memoria de B, o lo recuerda o no lo recuerda; el problema es que A no puede saberlo hasta que lo pregunte (con más que probables desastrosos resultados), y tiene una probabilidad enorme de variar el resultado de la medición. ¿Cómo? Pues muy sencillo.

Si B lo recuerda, no pasa nada (si A no hubiera preguntado es cuando efectivamente pasa, que queda como un gilipollas seguramente); pero si B no lo recuerda… ahí es cuando A la caga del todo, es imposible preguntarle a alguien si recuerda algo sin recordárselo. Como resultado B se acuerda del tema y da como fin que A ya no tiene dudas, lo que seguramente tiene es trabajo que hacer. La cosa es peligrosa de cualquier forma, y se demuestra empíricamente que la mente humana funciona de manera similar a las partículas subatómicas y por tanto debe tener el mismo tamaño o como mínimo abre una vía de investigación común para psicólogos y físicos cuánticos.

Corolario: preguntes o no preguntes, mantengas o no la duda, lo normal es que quedes como un gilipollas igualmente. Corolario 2: no preguntes y quedarás como un gilipollas pero serás felizmente ignorante.

Quién nos lo iba a decir…

Cuando dijeron que lo de fumar en restaurantes, bares, el lugar de trabajo y resto de sitios, algunos pensamos poco menos que en el fin de los tiempos. En ese caso, que Zapatero hubiera ganado las elecciones habría sido el Segundo Advenimiento, y él sería el Jesucristo mejorado y aumentado que predica la Iglesia. Pero me niego a reconocer que Zapatero sea la versión mejorada y aumentada de nadie; por Dios (y nunca mejor dicho), qué tremendamente cutre tenía que ser la versión sin mejorar ni aumentar…

Bueno, a lo que iba, la cosa no está siendo tan mala como esperábamos. La inmensísima mayoría de los bares y garitos de mala muerte siguen permitiendo fumar dentro, y como si tal cosa; la gente en el trabajo se sale a la puerta un ratillo, echa el cigarrito y vuelta al curro (menos los funcionarios, que vuelven a su… bueno, lo que hagan) y el mundo sigue girando. Si acaso habrá cambiado algo en los restaurantes, pero como soy pobre no he podido comprobarlo (dame aaargo paaaaaayo), aunque tengo entendido que de momento no ha ardido ninguno tampoco.

De todas formas estos días de abstinencia fumadora a mí se me están haciendo especialmente productivos en cuanto a preguntas sobre el tema, porque hay cosas que no tengo nada claras. Es que eso de no poder fumar en el lugar de trabajo es algo muy poco concreto.

Pongamos que yo soy autónomo y tengo como sede social de mi trabajo la dirección de mi casa. ¿Significa eso que en mi casa no puedo fumar? ¿O sólo en horario de trabajo? Porque me veo con el teléfono de la policía nacional, avisando cada dos por tres «oye, que me toca el descanso» y esto ya no es lugar de trabajo, me voy a la salita de estar, capisci. No vaya a ser que se persone una pareja de nacionales a clavarme una multa en mi propio despacho; o peor, en el váter que a las malas es un sitio que siempre apetece echar un pitillito mientras estás plantando un pino. Y oye, que lo del váter es lo peor, porque es el sitio donde siempre va uno a fumar cuando no quiere que le pillen… En fin, que estoy en un sinvivir desde que empezó todo esto.

Y si yo lo tengo crudo, los hay que lo van a pasar peor. Ve y dile tú a un albañil que está haciendo una piscina en un jardín inmenso que no puede fumar en el lugar de trabajo. ¿Parece absurdo? Pues no lo tienen claro ni quienes ponen las multas. Es que me imagino al tío teniéndose que salir de la zanja para echar un Lucky, y ciscándose en todo lo ciscable; mientras el otro sigue a lo suyo. Lo que me deja la duda, es si son dos, y uno está con la piscina y otro levantando un tabique en la casa, si se cambian el puesto. ¿Se considera que siguen en su puesto de trabajo o al estar en el puesto de otro si se puede? No lo veo claro.

Las grandes damnificadas de todo esto son las señoras putas (con perdón). Cuyo caso es parecido al mío (en cuanto al tabaco, a mi nadie me paga por echar un polvo, ni eso, a mí nadie me echa un polvo), porque después de un kiki viene el pitillito preceptivo, y ahora ni siquiera en la cama (ni el coche, ni los servicios, ni…) las van a dejar. Si es que la ley esta nos va a traer la ruina a todos.

Aunque pensándolo mejor, hay que reconocer que bien que se han guardado las espaldas quienes han hecho la ley, porque si no se puede fumar en lugares de trabajo… ¿Eso significa que en los ministerios si se puede?

Regalo de reyes

Como cualquiera que pasara antes de las 00:01 del día 6 de Enero ha podido constatar, me he regalado por Reyes un nuevo Theme para TPF. El theme en cuestión, único en el mundo (porque con lo que me ha costado hacerlo no voy a repetir) está sin terminar (para variar) y todavía le faltan algunos retoques (el pie de página que no siempre encaja bien, algunos de los formatos de texto que no me cuadran del todo como están y sobre todo los encabezados de los posts que deberían ser completamente distintos pero el &$%$·»%» Internet Explorer me los descuadra enteritos.

La imagen de la cabecera, esos preciooooooosos ojos, será una imagen aleatoria que cambiará en cada carga de página entre una buena cantidad de imágenes.

Como pueden comprobar los que tengan buena memoria y vinieran de viejo, este diseño «nuevo» tiene ciertos paralelismos con el que había anterior a octubre (negro y azul), aunque tengo que reconocer que este está más trabajado y es infinitamente más complejo, además de recoger algunas de las ideas que tenía para el aspecto de web original de hace casi tres años…

Además he añadido la FAQ (ahí en el menú de Project Freak, como Preguntas frecuentes) y puede que añada alguna cosilla más en el futuro a medio plazo. Cómo me enrollo. Bueno, que así va a ser la página en adelante y hasta que me vuelva a dar la neura y las ganas de trabajar (que no va a ser mañana).