Nunca había posteado con un mono con una ballesta. Retransmitiendo en rigurosísimo diferido desde ordenador ajeno en casa impropia a petición del primate superior.
En el gremio de los estudiosos de lo paranormal, supranormal, desconocido, o simplemente lo raro del carajo, se conoce como «sincronicidad» al fenómeno de las ocurrencias poco menos que milagrosas (o directamente milagrosas).
Dicen que la sincronicidad más usual es esa de que estás poniendo a parir a alguien y de momento aparece esa persona por la puerta, el típico «y hablando del rey de Roma». Yo me plantéo la pregunta de si los estudiosos se han parado a pensar si es sincronicidad o que llega tarde al café, que no se yo…
También dicen que si aquello es lo más usual, la sincronicidad llega hasta lo más alto obrando auténticos milagros de proporciones ciclópeas (supongo como que la misma bala le diera al bueno de JFK en tres sitios distintos ó que Fraga vuelva a ganar en las gallegas); la sincronicidad invade nuestras vidas y convierte cualquier día en la demostración de que la realidad supera la ficción. Es como cuando acabas de leer ese amenísimo tratado sobre filología húngara y descubres que todo el mundo habla de filología húngara, es como tener un examen de matemáticas delante y sentir un dolor desgarrador en el culo, como pensar «necesito relajarme pero ya» y que te atropelle un autobús de Ninfómanas sin Fronteras (sustitúyase por Sátiros sin Fronteras en caso de que el lector sea de sexo femenino), hay miles de ejemplos posibles…
Pero la sincronicidad tiene una cara amarga (por no decir cabrona)… el lado oscuro de la sincronicidad…
Es cuando vas por la calle y viene un tío con la espalda como un armario ropero con las puertas abiertas y te mete una paliza de van diez más y órdago; eso no es sincronicidad, no nos engañemos, la sincronicidad se supone que es algo «no causal», o sea, cuando no tiene nada que ver una cosa con la otra. Lo que es sincronicidad es que te encuentres tres veces con la misma gachí una misma tarde, se ríe cada vez que pasas y al final piensas «la tengo en el bote» y a por ella; sincronicidad sería que te la cruzas y se te ocurre que la tienes en el bote porque sí; pero cuando viene el novio a partirte las piernas no es sincronicidad, es causalidad (y dolor, mucho dolor). Sincronicidad es también cuando vas conduciendo y vislumbras así por el rabillo del ojo una jaca impresionante y justo en medio un contenedor de basuras, además la velocidad de la jaca y el coche es tal que el contenedor ocupa justamente la posición intermedia durante todo el trayecto. También es sincronicidad cuando lavas el coche, lo dejas a la sombra de un árbol mientras haces unas cosas y cuando sales es el coche con más cagarrutas de pájaro encima (según la Ley de Murphy, que también comentaremos en próximas entregas, ibas provocando). Y por supuesto, es sincronicidad cuando tu mujer toma la píldora, siempre habéis usado condón para maximizar la seguridad, pero está embarazada de mellizos desde hace 4 meses… tú de todas formas llevas 7 trabajando en una plataforma en el mar del norte.
Y hasta aquí hemos llegado hoy, ya que parece que al dueño del ordenador no le ha gustado que lo llamen mono.
¡Hola! No conocía esta faceta tuya, me gusta cómo cuentas las cosas. Reconozco que me pasé por aquí el día que te dirigiste a mi en el blog de Su, pero por falta de tiempo, no había vuelto.
Sigo sin tiempo, pero ya me picaba la curiosidad. ¿Te puedo enlazar?
Bueno, ya que estoy… sincronicidad también es decir a la vez la misma frase ¿no? era una dudilla…
Un beso (me has sacado dos o tres risas y seis o siete sonrisas).
Hola Kamala. Ésta es mi faceta más usual, lo que hayas visto hasta ahora en otros sitios no es culpa mía, a lo mejor ni soy yo o estaba borracho. O no. ¿Quién sabe? XD
Enlaza cuanto quieras, eso ni se pregunta.
En cuanto a lo de la misma frase a la vez, pues habrá veces que sea sincronicidad y veces que sea porque se conocen mucho; ahí ya quédate con la opción que más te guste.
X)