Seguramente si nos tocara a todos apoquinar por los desastres que Dios haido generando, las iglesias, sinagogas y demás se iban a quedar más vacías que el cráneo de Yola Berrocal. Iban a faltar formularios de declaración de apostasía.
En cualquier caso, ya de entrada le pedirían todos los documentos que lleva mucho tiempo sin presentar. Miles de años de no hacer la declaración de la renta tiene que darle miedo hasta al mismísimo Satanás (aunque se rumoréa que al fin y al cabo Hacienda somos todos, sobre todo él); además si toda la creación es suya, el pico por la Contribución debe ser de órdago.
Lo malo (o lo bueno) es que se juzgaría en los USA y allí cualquier tontería sienta precedente.
Si juzgaran a Dios como la ley manda (porque si es como Dios manda, se acaba todo rápidamente y aquí paz y mañana gloria), podría darse el caso de que saliera absuelto. Teniendo en cuenta las pocas pruebas palpables de su culpabilidad será difícil demostrarlo, porque quitando unos cuantos a los que él mismo se lo dijo (como si fuera un terrorista cualquiera) como aquellos a los que les dijo nosequé de convertir las ciudades en sal (Sodoma y Gomorra concretamente), aquello que también le dijo a Noé sobre cierta lluvia que se le venía encima, y poquito más, no se puede decir que el tío se prodigue demasiado. Además, y por si fuera poco, la mayoría de los testigos de tales maravillas están difuntos, y presumiblemente en la gloria, así que vete a preguntarles si hay huevos…
Es que ya me veo a los investigadores yendo a pedirle a San Pedro, orden judicial en mano, que abra que hay que interrogar a los susodichos. Sabiendo como son los americanitos, lo mismo hasta se plantéan una invasión para buscarlos como a Bin Laden…
Sí que hay muchas ocasiones en que se lo relaciona con los desastres de forma directa. Yo sin ir más lejos iba el otro día con mi coche, así como sin querer me metí en el carril contrario y en el último momento tuve que esquivar un autobús lleno de viejecicos del Imserso y el compañero que me hacía de Luís Moya particular gritó: «¡Ahí va Dios!». Yo personalmente no lo ví y mira que me puse a mirar por el retrovisor, pero nada. Y ocasiones así las he vivido a montones. Un día oí que alguien decía algo como «virgen santísima, está cayendo la de Dios», y aunque reconozco que tampoco se me ocurrió preguntarle el qué era lo que estaba cayendo, yo sólo conseguía ver el tormentazo. Pruebas circunstanciales como mucho, si Grissom va para allá los corre a gorrazos.
Pues lo curioso es que si saliera absuelto, no se le podría volver a juzgar en caso de que volvieran a ocurrir, así que riete tú de la cantidad de diluvios, salaciones, incendios de arbustos, enfermedades cutaneas y plagas de arbustos que iban a caernos en lo alto sin poder decir esta boca es mía. Por los siglos de los siglos, amén.
Si saliera culpable, pues todo lo dicho anterior. Vete a saber a quién le dan el palo en la cartera.
Pero podría ser más peliaguda la cosa. ¿Y si se demostrara legalmente que Dios no existe? Lo mismo sí existe, pero legalmente no podría hacerlo. ¿Habría que hacerle el vacío si un día aparece? Mira que sería cachondo que llegara el día del Segundo Advenimiento y que el Juicio Final no pudiera ocurrir porque por mucho que haya trompetitas y sellos, todo el mundo pasara como de la peste. Seguro que se encabronaba, que a nadie le gusta que lo ignoren.
De todas formas, admitida a trámite la denuncia, lo que podemos estar seguros es que a priori se admite en los juzgados que Dios existe, de una manera u otra. Los ateos, agnósticos y demás ya se pueden ir tirando de los pelos, porque siglos de filosofar y darle vueltas a la historia y al final resulta que para resolver la cuestión era tan fácil como haberle puesto una multa de aparcamiento o por dejar a la paloma cagar en cualquier parte.