Lo de la Gran Cerilla Madri… digooo, el Windsor ya está dando muchos coletazos: entre lo raro de quemarse «hacia abajo», los «fantasmas» que salen en algunas fotos, la velocidad a la que se está manejando todo, las «puertas secretas» forzadas descubiertas… Señores, esto es trabajo para el S.C. de la RICPC (o sea, el Servicio Conspiratorio de la RICPC), y así hemos puesto a trabajar hasta al Tato (que lo mismo sirve para un roto que para un descosido).

El S.C. ha descubierto una conexión, como muchos apuntaban antes, entre la Gran Cerilla y las Olimpiadas del 2012, pero al contrario de lo que cabría esperar no ha sido una maniobra para evitar que Madrid sea elegida por el COI. Nuestros agentes han descubierto que el incendio del Windsor ha sido el resultado de un intento de crear el mayor pebetero olímpico de la historia de la humanidad; Ruiz Gallardón se reunió en secreto con una secta de adoradores de Cthulgha en el piso 21 del edificio Windsor, con la intención de contratar sus servicios para realizar en los próximos meses algunas pruebas al respecto en el parque natural de Peñaralta (por eso de el bosque es de todos, quema tu parte); la reunión tuvo lugar entre Gallardón y parte del equipo de gobierno que se encarga de lo de las Olimpiadas, y Olaf Nosequé (nuestros espías no han sabido captar bien el nombre, lo sentimos, pero total el líder del culto) y algunos de sus sectarios aventajados. Olaf Nosequé por lo visto dijo en algún momento «una invocación gorda la hago yo en dos patás», y Gallardón bastante poco convencido no pensó otra cosa que decirle «faltan huevos»; así que el tipo se pone manos a la obra y a las 23:30 invoca a Cthulgha y media docena de otras entidades extradimensionales, extratemporales y extragrandes con el resultado que todos conocemos. En este punto empieza la desbandada mientras Gallardón pone pies en polvorosa, junto con su gente y los sectarios; dejando todos el edificio para cuando los bomberos llegan al sitio.

Más tarde, cuando Olaf y su gente estaban ya tomándose unas copichuelas después de haberse limpiado las bragas del susto, cayeron en la cuenta: «ahivá los donuts». Con tanto susto se habían dejado olvidado allá por el piso diezypico el ejemplar del Necronomicón que usaron en la invocación (ni más ni menos que uno forrado en piel de becerro de Erix, autografiado por el mismísimo Herbert West una noche de alcoholizada con el tal Olaf), y allá que fueron otra vez a toda mecha, metiéndose (a falta de otra cosa) haciendo un boquete en la zona del sótano y rompiendo una puerta que no sale en los planos (en realidad porque la trajeron de más allá del tiempo por medio de una invocación menor, pero es lo de menos), y a las 3 de la mañana todavía estaban buscando el dichoso librito.

De momento es hasta donde nos han podido traer la información nuestros conspiradores oficiales, si sabéis alguna cosilla más, por favor hacednos partícipes.