Cuestión de fe

Contrariamente a lo que podría pensarse desde que me saqué el carnet de conducir (que por cierto jamás me ha hecho falta para nada en todos estos años), lo que más beneficiado ha salido no ha sido mi comodidad, ni mucho menos: lo que ha ganado puntos a diario a sido mi fe.

Fe en encontrar aparcamiento sobre todo, porque aunque hay mucha gente que piensa que encontrar una plaza donde dejar el coche es un infierno, yo he llegado a la conclusión (listo que es uno, qué le voy a hacer) que es justo lo contrario: es un (jodido) milagro. Ayer sin ir más lejos, en Cartagena, tardé alrededor de tres cuartos de hora en encontrar aparcamiento, al final utilizando la técnica carroñero* en Carrefour, tres vueltas al aparcamiento subterraneo después de más de media hora buscando aparcamiento en todas las calles que mediaban entre Carrefour y el edificio del Huertus Muralla de Mar (léase el Hospital de Marina). ¿Cómo no voy a pensar que fue un milagro si llevaba ya rezando siglo y medio, y terminé pensando eso de «Padre, si puedes aparta de mí este coche»? Voy a instalarme un San Pancracio DeLuxe a ver si me ayuda algo más, y por si acaso en al guantera voy a instalar una minicapilla para San Judas Iscariote (patrón de los casos imposibles), y prometo ponerle velas a Santa Rita (para que me guarde siempre el mismo aparcamiento y no tener que buscar).

En su defecto apoyaremos a San Charlton Heston para que aquí también nos permitan llevar un lanzagranadas en el coche, y hacernos a medida las plazas de aparcamiento según nos interese; no se yo qué opción tendría más éxito.

La cuestión es tener fe… y más paciencia que Job.

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