Haciendo caso omiso alegremente a la parte de mi DNI donde pone que rondo los veintilargos ayer volví a hacer expedición rumbo a la isla del tesoro, no la de Stevenson, más bien a una tienda de golosinas que han abierto en estas tierras dejadas de la mano de Dios. El resultado de la expedición fue (otra vez) algo más de un kilo de chucherías de diversos tamaños, colores y formas que desde ayer y no se hasta cuando voy a estar embutiendome como si no hubiera Dios.
La verdad es que nunca he terminado de comprender por qué la gente llega a mirarme raro cuando digo que me gustan las golosinas, cuando quien más quien menos todo el mundo echaría mano a la bolsa de esas cosas si ya estuvieran compradas, parece que porque uno tenga más de 15 años ya haya cosas que le estén vedadas (a los 18 dejas de poder tomar golosinas a cambio del derecho de poder beber alcohol, digo yo). Lo peor del asunto es que hay gente que llega a decir «pero hombre, eso que lo haga tu hermana que tiene edad… pero tú ya eres mayorcito para eso», mientras casi se relamen mirando las gominolas de marras.
Y como esto hay montones de cosas, sobre todo cuando uno se va acercando a la treintena parece que se multiplican las cosas que debe dejar de hacer y las que debe hacer. Con mi edad según «la norma» yo tendría que tener novia poquito menos que estable (si, claro), estar pensando ya en largarme de casa de mis progenitores (obligado o no, pero si fuera por ganas…), tener un curro fijo (porque se ve que los regalan a los 26 o algo así), y montones de cosas más. Algunas la mayoría de la gente las aceptaría hasta con gusto, pero hay otras que por favor no tienen ni pies ni cabeza, que porque «la norma» diga algo se va a amargar la gente intentando conseguir esas cosas aunque no le gusten. Por supuesto una vez vas llegando a la treintena (o vas pasándola), ya no está bien visto que te pongas como una cuba (antes tampoco está demasiavo bien visto, pero «son cosas de la juventud), que te quedes de ocupa en casa de un amigo/a una noche si no estás en condiciones de volver a la propia, que te de por gastar bromas gamberras (por inofensivas que sean), etc etc etc.
Y a mí esas cosas me joden. Pero de momento he descubierto que yo al menos por raro que me mire la gente, estoy mejor haciendo lo que me da la gana (y me gusta) antes que hacer lo que se supone que debo hacer. Y como dijo Tom Cruise en la frase más aprovechable de Risky Business: pero qué coño.
Me encanta este post :-) Y según iba cargando la página quedé flipada, porque una foto exactamente igual que esa (bueno sin tronquitos y sin el regaliz negro) la saqué yo hace tiempo.
Tienes razón, «qué coño» es una respuesta muy válida ante esa duda.
Un beso
Sí, aunque también puede ser porque trata algo parecido al tuyo de ayer. La verdad es que edité el título del post y parte del final después de que se me ocurriera el comentario al tuyo, estaban más inspirados que los originales.
No se que problema ve la gente con que cada uno hga lo que le da la gana mientras sea feliz. ¿A caso para ser feliz hay que hacer todo lo que hacen los demas?
Un saludo.
Yo sigo siendo un fan de las golosinas… y si no las como en grandes cantidades es por el azúcar y las caries (mardito dentista queme las prohibió).
Pero qué coño, por qué no se pueden comer chuches cuando el DNI marque que eres mayorcito de edad???Anda, con lo ricas que están las chuches, te vas a privar de ellas porque te digan que comer chuches es de nenes?? Anda ya, haz lo que dicen las madres, tú come y calla, jejeje
Un saludito