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El plan Antoñito VI

Previamente, en ediciones anteriores del Plan Antoñito I, II, III, IV y V. Sí, es triste que ésto de para tanto.

La RICPC está ya madura, llevamos ya varios meses funcionando a pleno rendimiento en esto de la emancipación territorial y nadie ha venido a decirnos (bueno, a decirme) nada, así que aquí seguimos al pie del cañon y en el candelero en todo el rollo de separarse del estado Español y tal. Estamos ya tan lanzados que ni siquiera nos hace falta reformarnos el Estatuto correspondiente, que por mucho que empezara con «El patio de mi casa es una nación» era algo absurdo de decir ya que es un Imperio Republicano (¿y eso cómo se come?), así que me voy a dedicar en su lugar a perpetrar algún tipo de constitución o código legislativo que ponga las cosas donde a mí me interesan. De momento lo único que tengo claro es que tendré que dar por bueno el derecho de pernada (jujujuju), y que se irán prohibiendo tipos de música en las tierras de la RICPC según vayan travesándoseme (por ejemplo, el reggaeton, un dos tres reponda otra vez).

El tema de los transportes me lo voy a saltar cuando me ponga a organizar seriamente el imperio, aunque por no ser menos que nadie habrá que poner una línea de metro que cubra el espacio entre el ficus y la palmerita (que es la mayor diagonal que hay en todo el patio). Si es que la RICPC va a tener una capital que va a dar gloria verla, ocupando todo el territorio nacional… ni Andorra, oiga. Y está claro que hay que dar una impresión de capital cosmopolita y de buen nivel, así que precisamente al lado del ficus estaba pensando en poner un teatro liceo así como de mucho postín, que siempre da gusto verlo (aunque sea por fuera). Entre la palmerita y el macetero de las margaritas voy a poner una zona de marcha pero en versión adultilla, entre pubes, baretos y garitos variados creo que me las apañaré para poner un par de sexshops y peepshows. Tengo cosa de dos metros cuadrados para gastarlo ahí, puede parecer algo apretado pero en según qué situaciones las distancias cortas son las mejores. ¿No?

Ah, también tengo que volver a comenzar la cruzada expansionista aquella que se quedó en suspenso después que la vecina del quinto se conociera que tenía un novio culturista, por lo menos hasta conseguir anexionar algún territorio con cuarto de baño, que llevo desde Junio sin echar una meada en condiciones… ¿Por qué tendré un patio sin un miserable váter?

Iba tocando ronda peliculera

Como hacía tiempo que no hablaba de películas, aprovecho que el otro día vi una que de verdad daba para una puñalad… perdón, para un comentario ácido, cruel y desasosegante para soltar varias de golpe. Abrocháos los cinturones que nos vamos.

La sonrisa de Monalisa. Ésta es la típica película que yo jamás admitiré haber visto (pero tengo quien me las cuente, claro), faltaría más, pudiendo ver Yo soy la justicia 3… Julia Roberts (que somo siempre, sale estupendísima) es una profesora de historia del arte con ideas así como demasiado progres para los años 50 que le ha tocado vivir, y entra a currelar en un colegio para señoritas donde todos tienen la cabeza más cuadrada que un bloque de Lego. En un papel más secundario (aunque en cuestión de las alumnas es algo más coral la cosa), Kirsten «novieta de Spiderman» Dunst en el papel de una amargadísima, retrogradísima, ultraconservadorísima, cabecicuadradísima (y probablemente cornudísima) alumna que parece tener poco en común con nuestra queridísima Julia (suspiro). El desarrollo de la historia es parecido al Club de los poetas muertos, a la que no alcanza en calidad pero mantiene el interés a pesar de todo. El Club… es mejor que La sonrisa…, pero está claro que Julia está mucho mejor que Robin Williams…

El último hombre. Bruce Willis se mete en el pellejo de un tipo duro con dos pistolas (chulo como el solo, y vacilón), a sueldo entre dos bandas, en esta película inspirada den un remake de una película inspirada en una novela que… (sígase hasta el infinito), que para variar acaba con una masacre a gran escala provocada por las dos pistolas de la munición infinita. Afortunadamente para ser una película de acción es de esas que tienen «algo más», aunque solo fuera (que ya es bastante) por la mano de Christopher Walken, que pasará a la historia del cine por estar abonado a los papeles de malo (y es que con esa cara, el tío lo rinde). El argumento es algo manido pero el guión es interesante, las escenas de acción son buenas (a mí me recordaron mucho el estilo de películas del oeste, más que el cine de acción de los últimos años), los actores pasan bien (y es que al Willis tampoco se le puede exigir mucho). La música no me disgustó. En general una película de tiros bastante interesante.

Olvídate te mí. Película rarita y a veces difícil de seguir, que narra como un tío quiere olvidar a su ex va perdiendo el interés por ello conforme lo va consiguiendo hasta que llega a intentar evitar olvidarla por completo; al final resulta que hay cosas inevitables y que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra (y además por gusto). Cuando me dijeron vamos a la casa del señ… no, eso era en otro sitio. El caso es que no me creía yo que dijeran que Jim Carrey hacía un papelón, pero resulta que es verdad y lo hace lo bastante bien como para subírsele a las barbas a la Winslet, vivir para ver. En general película más que recomendable para casi todos los públicos, excepto para los hombres de verdad que sabemos que donde se ponga una de Chuck Norris…

Pink Floyd’s The Wall. Ésta es para cogerla con calma y echarle de comer aparte. Puesta en imágenes del disco del mismo nombre de los Pink Floyd, cuenta la historia o más bien el tránsito de Pink (un rockero) de la cordura a la locura y vuelta a la cordura (o algo así). Digo que hay que cogerla con calma porque la película no da ni un respiro (te ataca, te golpea y te taladra todas a una), con un ritmo rápido de la leche, intercalando imagen real con animación (muy simbólico todo). Atención especial merecen las escenas de animación, que se podría uno pasar la vida discutiendo si cada cosa simboliza esto o aquello (yo me quedo con la secuencia que empieza con las flores entrelazadas con simbología fálica incluida, la que acompaña la canción Mother). No apta para amantes del cine palomitero, pero digna de sacar aunque solo sea de nombre si hay intención de dárselas de entendido del cine alternativo y tal (o subir en la escala friki).

Sharkman. He aquí la culpable de que me haya molestado en escribir todos estos comentarios de películas. Esta aberración con forma de película formará parte seguramente del top ten de monstruosidades cinematográficas de esta década: los calificativos de «memez supina», «tremendísimo coágulo de estulteces malolientes», «absurdo y denigrante conjunto de tópicazos» le encajan como anillo al dedo a esta producción para televisión que no se sabe muy bien cómo es posible que haya llegado al mercado del DVD español habiendo tan buenas cosas que poder sacar antes. La ¿historia? nos cuenta cómo un científico bastante sonado junta adn de tiburón martillo (de ahí el nombre en guirilandés, Hammerhead) en un feto humano, creando un monstruo de gomaespuma y acrílicos que devora impúnemente a todos los imbéciles que se le ponen por delante (digo imbéciles porque ningún personaje debe pasar del 50 de CI)… Argumento más que machacado en la serie Z de la que este telefilme salió, guión ridículo, actores igual de expresivos que un boniato (cuando la bicha se está papeando a alguien los demás ponen cara de estar esperando que les den la bandeja con el Big Mac y las patatas), y la música no la oía bien porque mis carcajadas no me dejaban. Recomiendo a la inmensa mayoría del público esquivar esta película como si fuera la peste, con una excepción: si sabes quién es Jeffrey Combs y has disfrutado con alguna película suya, entonces serás lo bastante friki como para divertirte viendo esta película.

Dejameeeeeeeee…

Me siento y me pongo a escribir tranquilamente, lalilolaroleiro y tal, feliz como un satiriasístico en una reunión de ninfómanas anónimas (bueno, a lo mejor no tanto, aunque de todas formas estoy seguro que no habrá necesidad de ser un sátiro para disfrutar de algo así… mmm, creo que me estoy desviando).

Lo que estoy escribiendo es Mi vida como productor de cine gore, le estoy pegando los últimos retoques, para que quede adecuadamente sangriento (a ver si así al menos tiene algo de gracia, porque conforme tengo la barbilla en ese momento no parece precisamente gracioso, al menos para mí), le doy a Guardar y… «You don’t have permission to access /wordpress/wp-admin/post.php on this server.» ¿Qué? Casi puedo oir el jaaaaa jaaaaa de Nelson detrás mía; vuelvo atrás y le doy a Guardar, y otra vez el mensajito de la muerte. Jaaaaa jaaaaa. Maldito Nelson. Repito la operación. Jaaaaa jaaaaa. Otra vez. Jaaaaa jaaaaa. Empiezo a ponerme nervioso, así que pruebo suerte otra vez. Jaaaaa jaaaaa.

¡¡Groaaaarg!! ¿Cómo que no tengo permisos en el servidor? ¡Soy el fuckin’ boss, maldita máquina! ¡A mí no me chotéa ni el cacharro de la NASA! ¡Te voy a meter una paliza que no te va a reconocer ni la fábrica que te parió! ¡Eres chatarra! ¡Estás muerto! ¡Me he quedao con tu cara!

Después de algún tiempo alucinando en colorines empiezo a estudiar las posibilidades: esperar a llegar a casa para publicarlo (de momento lo guardo en un txt), empiezar a mandar correos alarmantes a los programadores del WordPress, a mi proovedor de hospedaje, al ejército y al SETI por si acaso, o pegarme un tiro en la boca (aunque me lo pienso mejor y decido suicidarme plantándome en pelota picada en la reunión de ninfómanas anónimas). Como cualquiera de las medidas me parece algo desesperado (sobre todo las ninfómanas), me calmo un poquito más y pienso en esperar a llegar a casa.

Cuando arrivo a casa (un capuccino) me pongo seriamente con el post de marras, abro el txt, copio, pego en el blog, le doy a Publicar… Jaaaa jaaaa. Nelson eres hombre muerto. Me empiezo a poner nervioso de verdad, reviso los permisos de los archivos, reviso el blog, lo vuelvo a instalar, me seco el sudor de la frente y me tomo seis tilas. Empiezo a mandar correos a manta, si no los alarma el problema seguro que les acelera el pulso mi tono de psicópata en las últimas. Mientras espero las contestaciones voy escribiendo lo mismo poco a poco, hasta que descubro una frase concreta (la cual no reproduciré aquí por poder herir la sensibilidad del lector, y porque sigue siendo impepinable). Se me queda cara de idiota (y no quiero ni un comentario acerca de si cara de idiota sí o cara de idiota no). Miro la pantalla, la pantalla me mira a mí, y le doy al botón de Guardar. Jaaaaa jaaaaa. Me echo a llorar… Dejame posteaaaaar, buaaaaaa, dejameeeeeeeeee…

Por fin, después de un par de horas de emenazas con inmolarme en nombre de todos los blogueros damnificados por algo así, me responden en el único sitio donde no he mandado sobrecitos con virus del ántrax, ébola y picazón paletillera. Resulta que alguna combinación de palabras el servidor lo identifica como un intento de ejecutar código no demasiado beneficioso, así que me tengo que reescribir parte del post, cambio la miseria de cinco palabras de sitio, quito unos dos puntos y pongo una coma y pista.

Chúpate esa, Nelson.

PD: Hay que joderse lo que puede armar una conjugación del verbo podar.

Frase del día:
«Para hacerse un lío se las apaña uno solo, pero para liar las cosas de verdad hace falta un ordenador.»

Mi vida como productor de cine gore

Existen muchísimas cosas en el mundo que son irritantes (el Gran Hermano, el picapica en los Gallumbos, o que te hagan un pingüino, por ejemplo), a veces es verdad que algunas solo molestan a unos pocos y que tampoco la misma cosa irrita en el mismo grado a todos los que irrita. A mí, si hay una cosa que me revienta (como una patada en los pendientes mismamente), es ver un anuncio de cuchillas de afeitar, es que no lo soporto.

Ver ahí al maromo (y digo maromo porque no quiero que parezca que lo odio demasiado, sinceramente tendría que llamarlo «ese asqueroso cretino imberbe capullo», pero también quedaba muy largo) sin un pelo en la cara pasarse una cuchilla de 4 hojas y 3 velocidades, y luego que te digan que si eres un hombre normal conseguirás el mismo resultado… Aunque mirando los anuncios el resultado del afeitado es lo de menos, lo importante es el subidón del nivel de feromonas que tienes porque afeitarse con una cuchilla hace lo mismo que el Axe (que ese es otro…), que las mujeres se te abalanzan. Como iba diciendo, el asqueroso cretino imberbe capullo, perdón, el maromo se afeita sin tener pelos y queda de escándalo (escándalo la que se iba a armar en quirófano para poder recomponerlo si lo pillo por la calle).

Yo, que soy un hombre normal (aunque de inusitada perfección, que nadie se induzca a error), con pelo en la cara de grosor más que respetable y ningún parecido con los imberbes esos de los anuncios, puedo decir y digo: que afeitarse cuando se tiene pelo en la cara es más difícil que afeitarse cuando no se tiene pelo.

Mi caso es especial también, porque desde que un hijo coge la cuchilla para despedirse de la primera pelusilla en el bigote hay un día en que todo padre espera oir eso de «papá, ya se afeitarme»… mi padre lleva como 14 años esperándolo… y no va a pasar mañana. Pero claro, es que yo no uso maquinilla eléctrica porque se atasca y el pelillo que debería llamarse pelazo no lo quita ni sobrecargandola. La cuchilla no lo hace mejor, y claro, a pelo gordo, apretón. Por si fuera poco tengo la piel como el culito de un bebe.

La culpa de los destrozos la tiene principalmente el grosor del pelo de la barba, yo es que no me afeito, directamente me podo. Y claro, así me monto yo unos cirios que ríete tú de La matanza de Texas, es sorprendente la facilidad que tiene el afeitado para conseguir que el mundo se vuelva difuminado y empieces a ver la luz blanca al final del túnel. Si sabía yo cuando me hice donante que estaba teniendo visión de futuro, el día menos pensado la gilette hará que me haga falta todo lo que he donado (y seguramente aportaciones ajenas). Pero no todo iba a ser malo, George Romero ha contactado ya varias veces conmigo para rodar la continuación de su saga de zombies en mi cuarto de baño y así yo me gano unos eurillos y él se ahorra la mayor parte del presupuesto de decorados.

Después de la sangría, claro, está el tema de después del afeitado. En los anuncios siempre sale la rubia despampanante en plan «momento Axe» con el imberbe de la gilette de cuatro hojas y dos folios; no pongo en duda que ella si tendrá la piel fina y tersa (de hecho, aunque no lo pongo en duda no me importaría certificarlo experimentalmente), pero si a mí recien afeitado me tocan la cara la sensación es muy parecida a darme con una piedra de amolar a 5000 revoluciones. Y dicen que el after shave no escuece, y una mierda, cuando tienes una vía abierta en medio de la cara que no sabes si te has estado afeitando o en una pelea barriobajera con el primo del Algarrobo que toma zumosol, escuece hasta el agua clara.

PD: Todos los 0- que hagan el favor de contactar conmigo habrán ganado un amigo para toda la vida.
PD2: La rubia despampanante del anuncio que haga el favor de contactar conmigo también, prometo afeitarme el día de antes y llegamos a un compromiso entre suavidad y lija del 15.

Frase del día:
«Nada puede llevarnos lo bastante lejos.»

El regreso del horror

Últimamente estoy viendo que hay muchas cosas del pasado que creíamos (afortunadamente) extinto que regresan, poco menos que de la tumba, para convertir nuestra vida en algo mucho más pesaroso, y que yo estoy de acuerdo en que seguramente el mundo sea un valle de lágrimas y tal, pero hay cosas que son demasiado horrendas incluso para eso.

Cuando uno creía que ya nos habíamos librado de algunos horrores musicales (los Backstreet boys, los Take That, los Nsync y demás ralea), y que ya solo nos quedaban los triunfitos, resulta que vienen los viejos y nos sacan otra vez discohorrores nuevos (se ve que se les ha acabado la pasta para coca). No voy a negar que los grupillos estos de chavalines de diseño ultrapijo y ultramedido (porque supongo que a estas alturas de la vida todo el mundo sabrá que la gente así no nace, los fabrican en el departamento de marketing de la discográfica) ya me caían como una patada en las gónadas, pero creía que habían muerto devorados por sus propias fans quinceañeras con las hormonas aceleradas hace años (pura envidia en realidad, por entonces yo quería que me comieran a mí, pero yo no cantaba tan bien como canto ahora, riete tú de Pavarotti). El caso es que ahora los Take That sacaban un recopilatorio (a la vejez), los Backstreet Boys tienen disco nuevo a la venta (Nunca nos fuimos, se llama, que irónicos los cabroncetes). Se ve que se les iba acabando la pasta para coca.

Y cuidado, porque si las Spice Girls no sacan disco nuevo es porque la Geri esa sigue teniendo pasta (que se ve que le llueve igual que los hombres), y la pija esa… perdón, quería decir la Victoria Beckham está la mar de cómoda exprimiendo la cuenta corriente de su metrosexual marido (que se ve que cuela goles en cualquier sitio menos en el campo de fútbol), es de suponer que la cantidad de ceros a la derecha de la cuenta compense sobradamente los problemas cervicales que puede provocar una cornamenta de tan ingente tamaño. Las otras vete a saber dónde estarán, la verdad es que me producen la suficiente aversión como para no querer ni saberlo.

Fijándonos en el panorama musical español, no apostaría porque Ramoncín no nos saque un disco de aquí a nada, o que Mari Trini nos edite un greatests hits, o incluso que salgan a la venta los grandes éxitos de Torrebruno (con una colaboración especial de Fernando Esteso, cantando a dueto ese gran clásico que es La ramona). Cuando acabe la moda esta de revivir los espantos de tiempos pasados no va a quedar nadie en su sano juicio, si no estábamos bastante torturados con los engendros de ahora tenemos que revivir los viejos «buenos» tiempos…

Creo, de todas formas, que para evitar provocar más pesadillas de las que ya tenga cada cual, lo voy a dejar ahí. Pero que nadie piense que esto acaba aquí, solo hay que echar un vistazo a la tele (que no lo he hecho ¿eh? esto porque me lo han contado) y encontrarse con el programa de Anabel Alonso para recordar horrores televisivos de tiempos pretéritos, o el cine para no dejar de ver adaptaciones casposas de series casposas de los casposos 60 y 70 (se que levantaré ampollas con estas declaraciones), pero ya les daré su merecida atención otro día.