Mi prima Leti (si compartimos apellido será que somos familia), que no se si sabéis que es una rubia de bastante buen ver que se casó con el Príncipe Felipe, y que está visto que tiene un gran caracter (dame, dame, dame en el culete) se quedó preñada, o eso dicen. Cuando me enteré de que mi prima Leti pegaba el bragu… perdón, se casaba con el Príncipe, a mí me dio una tremendísima alegría porque entre otras cosas mete a todos los de la familia en la línea de sucesión (chúpate esa Lequio), con lo que por fin tenía una posibilidad real de acabar siendo el rey del mambo sin mover un dedo (total, que es que diñen varios miles de borbones, obregones, lequios y demás), empezando por dejar sin descendencia al principito del que ya algunos habían dicho que podía perder aceite.
Sin entrar en la orientación sexual de nadie, que ya que vive a tomar por culo (uy, perdón) me importa un rábano, el hecho de que mi prima Leti se haya quedado preñada es algo que me deja un puesto más lejano de ser Rey. Correcto, un puesto más en una lista de seguramente 13000 o 14000 que están por delante mía apenas se nota, pero para mí un puesto es un puesto. Y eso no puede ser. Mirándolo por el lado bueno, el hijo de la Obregón se ha quedado también un paso más lejos de poder ser rey, y es que si yo sería la coña controlando el cotarro, la Obregón como regente tiene que ser la leche (y cuidao que es bióloga, eh).
Así que la RICPC está planteándose seriamente hacer una especie de OPA hostil a la monarquía borbónica, a ver si cae algo (aunque sea un capón); y es que también falló miserablemente mi estrategia de colar mi nombre entre los posibles candidatos a presidente del Parlamento Vasco en medio de la confusión que rodeó aquello e ir escalando un poquito, así que de momento estamos como entonces.
Por cierto, que seguimos buscando financiación…
Si ésto te ha parecido una gilipollez, deberías haber leído El plan Antoñito I, II y III. Casi na.